Imagen por Yevhenii Deshko
En el corazón de la festividad de Pentecostés, el don de lenguas ocupa un lugar destacado como signo de la presencia y la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia.
El don de lenguas, como se describe en los relatos de Pentecostés, consistió en la capacidad sobrenatural de los apóstoles para hablar en lenguas que no habían aprendido previamente, permitiendo que personas de diferentes regiones y culturas entendieran el mensaje del Evangelio en su propio idioma. Este evento demostró la presencia divina en la Iglesia naciente y prefigura la llamada de la Iglesia a ser testigo de Cristo entre todas las naciones.
Pentecostés deriva del griego «pentekoste», que significa «quincuagésimo», es una festividad cristiana que marca el fin del periodo litúrgico de Pascua. Celebrada cincuenta días después de la Resurrección de Jesucristo, Pentecostés conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos, tal como se relata en el libro de los Hechos de los Apóstoles en el Nuevo Testamento.
En el pasado, el Papa Francisco afirmó que Pentecostés es el «cumpleaños de la Iglesia», porque con la venida del Espíritu Santo se observa que ésta nació. El Sumo Potífice durante la homilía del año pasado afirmó “el Espíritu es Aquel que, al principio y en todo tiempo, hace pasar las realidades creadas del desorden al orden, de la dispersión a la cohesión, de la confusión a la armonía”. El Papá profundiza “Él quien da al mundo armonía renovando la tierra”, pero especifica “no cambiando la realidad, sino armonizándola; este es su estilo porque Él en sí mismo es armonía”.
El Don de Lenguas en la historia cristiana
En la liturgia cristiana, la festividad de Pentecostés representa un momento clave en la historia de la Iglesia, marcando el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles y el inicio de su misión para llevar el Evangelio a todas las naciones. Este evento, narrado en los Hechos de los Apóstoles, es una celebración de la presencia transformadora del Espíritu Santo en la vida de los creyentes.
En la historia de la Iglesia, el don de lenguas ha sido un don continuo de la acción de la tercera persona de la Santísima Trinidad, manifestándose en diferentes formas a lo largo de los siglos. Desde los primeros tiempos del cristianismo hasta nuestros días, se han registrado numerosos testimonios de personas que han experimentado la capacidad de comunicarse en lenguas desconocidas para llevar el mensaje del Evangelio a aquellos que aún no lo han escuchado.
Pentecostés en la liturgia cristiana
Esta celebración marca el cumplimiento de la promesa de Jesús de enviar el Espíritu Santo como consolador y guía para la Iglesia. El Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en forma de lenguas de fuego, capacitándolos con dones extraordinarios para proclamar el Evangelio en diferentes idiomas y culturas.
En este Pentecostés, recordemos el don de lenguas como un signo de la acción continua del Espíritu Santo en la Iglesia. Que podamos abrir nuestros corazones a la capacidad transformadora del Espíritu Santo para comunicar el Evangelio a todas las personas llevando la luz de Cristo a los rincones más alejados de la tierra.
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