¿Los católicos celebramos Halloween o el Día de Todos los Santos?
Cada año, al llegar el 31 de octubre, esta pregunta vuelve a surgir entre los fieles. Las calles se llenan de calabazas, disfraces y símbolos de terror, mientras muchos cristianos se debaten entre participar o no en una festividad que parece inofensiva, pero cuyo origen y sentido distan mucho del mensaje del Evangelio.
El contraste no puede ser mayor. Mientras Halloween exalta lo oscuro, el miedo y la muerte, la Iglesia celebra en esos mismos días la luz, la vida y la esperanza eterna: el 1 de noviembre, la Solemnidad de Todos los Santos, y el 2 de noviembre, la Conmemoración de los Fieles Difuntos, también conocida como el Día de los Muertos.
Estas fiestas, profundamente cristianas, nos recuerdan que estamos llamados a la santidad y que la muerte no tiene la última palabra. Frente a una cultura que trivializa el mal y oculta el sentido espiritual de la vida, los católicos somos invitados a redescubrir el valor de estas fechas, a rezar por nuestros difuntos y a celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte.
En este artículo te contamos el origen de Halloween, el sentido del Día de Todos los Santos y cómo vivir estas fechas con esperanza y alegría cristiana.
Halloween
El Año Nuevo Celta
Los orígenes de Halloween se remontan a la Irlanda del siglo VIII. Se trataba de la celebración del Año Nuevo, en la que se invocaba al dios de la muerte, porque ese día se abrían las puertas del averno para que los espíritus perturbaran a los pobladores.
Los druidas —sacerdotes, brujos y sabios celtas— iban casa por casa para que las familias ofrecieran un sacrificio, que podía ser mujeres vírgenes, niños u alimentos. Quienes accedían eran respetados; quienes se negaban quedaban marcados con un maleficio, para que los espíritus pudieran atacar el hogar.
Los druidas daban la bienvenida a los espíritus buenos con máscaras y, a su vez, espantaban a los malos. Otra tradición relata que los espíritus tocaban las puertas de las casas pidiendo alimentos. Perdonaban la vida a quienes se los concedían.
Con la llegada del cristianismo, esta fiesta dejó de celebrarse, aunque se mantuvo su recuerdo.
Una fiesta comercial
A mediados del siglo XIX, los colonos que llegaron a Estados Unidos entre 1845 y 1849 llevaron consigo la celebración de Halloween con sus reminiscencias paganas. En los siglos XX y XXI, gracias a los medios de comunicación y al cine, Halloween se hizo conocida a nivel mundial.
En la actualidad, Halloween se celebra principalmente como una festividad lúdica y comercial, especialmente en países de habla inglesa y en muchas ciudades del mundo influenciadas por la cultura estadounidense. Los niños se disfrazan con trajes que representan monstruos, brujas, zombis, fantasmas o personajes de películas de terror, y recorren las calles pidiendo dulces con la clásica frase “trick or treat” (truco o dulce).
Las casas se decoran con calabazas talladas, esqueletos, telarañas y luces naranjas y negras, mientras que comercios y centros comerciales aprovechan la ocasión para vender disfraces, dulces y artículos temáticos. Las fiestas y reuniones de adultos también se han vuelto comunes, donde se recrean escenarios terroríficos, se proyectan películas de miedo y se realizan juegos inspirados en el terror y el espiritismo.
Aunque muchos lo ven como un juego inofensivo, la celebración mantiene reminiscencias de sus raíces paganas y sigue vinculada a lo macabro, la muerte y lo demoníaco.
¿Qué ocurre espiritualmente en Halloween?
Lo que pocos saben es que Halloween se ha convertido en la noche más importante del satanismo: se celebra el año nuevo satánico y se burla del nacimiento de Cristo. Es la mayor fiesta demoníaca registrada en la historia, capaz de eclipsar la Solemnidad de Todos los Santos y el Día de los Muertos.
Durante esta noche se realizan rituales satánicos, incluyendo misas negras donde se profana el Santísimo Sacramento. Los sacerdotes demoníacos se visten con disfraces horribles que representan al diablo, encarnación de la fealdad misma, opuesta a Dios, fuente de todo bien, verdad y belleza. El propósito de los disfraces es ocultarse del Señor y negarse a recibir su auxilio.
La violencia se dispara el 31 de octubre. En esta noche se cometen crímenes terribles. Además, ese día se inculca en los niños el miedo, el terror y una visión distorsionada de la muerte. Lo más grave es la exposición a la influencia demoníaca, especialmente en los jóvenes, quienes pueden sentirse atraídos hacia el ocultismo y el espiritismo. Según exorcistas, algunos juegos y prácticas de Halloween (como la Ouija) incluso han derivado en casos de posesión demoníaca.
Justamente, el Demonio, como el “mono de Dios”, busca imitar y subvertir el culto católico. Ha elegido la fecha del 31 de octubre para presentarse como el antisanto por excelencia y apartarnos de la búsqueda de la santidad.
¿Podemos los católicos celebrar una fiesta pagana en la que se profana lo más sagrado que tenemos: la Eucaristía?
Día de Todos los Santos
All Hallows Evening
Los católicos no celebramos el mal ni la muerte. Por el contrario, celebramos la vida de los santos. Y así ha sido desde los comienzos del cristianismo. En sus primeros siglos, la Iglesia asumió numerosas festividades paganas y les dio un nuevo sentido cristiano. Así ocurrió con Halloween.
Desde los inicios del cristianismo, la Iglesia ha conmemorado a los mártires en el aniversario de su entrada al Cielo. En el siglo VII, el papa Bonifacio IV consagró el Panteón de Roma a la Virgen María y a los mártires, estableciendo una celebración en su honor. Posteriormente, Gregorio III fijó el 1 de noviembre como fecha para honrar a todos los santos, y Gregorio IV extendió esta solemnidad a toda la Iglesia.
Si prestamos atención, hacia fin de año la liturgia nos propone dos fechas fundamentales: el 1 de noviembre, la Solemnidad de Todos los Santos, en la que recordamos y pedimos la intercesión de quienes gozan de la presencia de Dios en la Iglesia Triunfante. Y el 2 de noviembre, la Conmemoración de los Fieles Difuntos, día en que rezamos por las almas del purgatorio.
La Solemnidad de Todos los Santos comienza la tarde del 31 de octubre, con las primeras vísperas de la fiesta. En inglés antiguo, esta celebración se conocía como All Hallows Evening, expresión que con el tiempo se contrajo en Halloween. Precisamente, estas fechas fueron instituidas para cristianizar la antigua celebración del año nuevo celta. En lugar de temer a los espíritus malignos, los cristianos contemplaban el ejemplo luminoso de los santos y oraban por los difuntos, para que alcanzaran la Vida Eterna y no “deambularan por la tierra de los vivos”, como creían los celtas.
El sentido de esta solemnidad es celebrar con alegría a todos los santos —conocidos y desconocidos— y, según el papa Urbano IV, compensar cualquier omisión en la veneración de los santos durante el año por parte de los fieles.
Celebrar la santidad
Celebrar el Día de Todos los Santos es una forma de reconocer la victoria de Dios en la vida de aquellos que vivieron la fe con fidelidad y amor. No se trata solo de recordar a los santos canonizados, sino también a todos aquellos hombres y mujeres anónimos que alcanzaron la santidad en lo cotidiano: padres, madres, religiosos, niños, jóvenes y ancianos que ofrecieron su vida a Dios.
Esta solemnidad nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad. Los santos no son seres lejanos, sino ejemplos concretos de que es posible seguir a Cristo en medio del mundo, con nuestras limitaciones. Al contemplar su testimonio, la Iglesia nos invita a imitar sus virtudes y a renovar el deseo de alcanzar el Cielo.
Además, celebrar a todos los santos tiene un sentido comunitario y esperanzador: la Iglesia del Cielo (los santos), la Iglesia del Purgatorio (las almas en purificación) y la Iglesia de la Tierra (nosotros) formamos una sola familia espiritual. Así, el 1 de noviembre no es un día de miedo ni de oscuridad, sino una fiesta de luz, vida y esperanza, que anticipa la alegría eterna prometida por Dios.
Día de los Muertos (Conmemoración de los Fieles Difuntos)
El 2 de noviembre, la Conmemoración de los Fieles Difuntos surge como una expresión de caridad cristiana hacia quienes han partido de este mundo y aún necesitan purificación para alcanzar la visión de Dios. La Iglesia reza por ellos, ofreciendo Misas y oraciones, convencida de que el amor puede trascender la muerte.
No es una jornada de tristeza, sino de comunión: recordamos a nuestros seres queridos, agradecemos su vida y encomendamos sus almas a la misericordia divina. Como enseña el Catecismo, nuestra oración puede ayudar a las almas del purgatorio en su proceso de purificación. Ellas, a su vez, interceden por nosotros cuando llegan al Cielo.
Por eso, mientras el mundo se deja seducir por la oscuridad y el miedo de Halloween, los católicos miramos con esperanza la vida eterna y renovamos nuestra confianza en la promesa de Cristo:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn 11,25).
Algunas prácticas para estos días
La Iglesia propone diversas prácticas para vivir con auténtico sentido cristiano el Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y el de los Fieles Difuntos (2 de noviembre):
- Participar en la Santa Misa, en comunión con los santos y los difuntos. En la Santa Misa damos gloria a Dios junto con los ángeles y santos que están en el Cielo. Y podemos librar almas del purgatorio al comulgar con devoción.
- Rezar el Rosario en familia, ofreciendo una intención especial por los fallecidos y meditando sobre aquellos santos que acompañaron a Cristo en su vida terrena (como María Santísima, San José, los Apóstoles, las santas mujeres). También podemos rezar los misterios de gloria, intentando imaginar cómo es el Cielo.
- Visitar el cementerio con respeto y esperanza, llevando flores y oraciones como signo de amor que perdura.
- Ofrecer indulgencias por las almas del purgatorio: del 1 al 8 de noviembre, la Iglesia concede indulgencia plenaria a quienes visiten un cementerio y recen por los difuntos, cumpliendo las condiciones habituales (Confesión, Comunión, Oraciones por el Papa y Desapego de todo pecado).
- Leer o compartir la vida de un santo en familia o con amigos, destacando sus virtudes y cómo podemos seguir su ejemplo.
- Evitar las celebraciones de Halloween y sus símbolos, que oscurecen el sentido de estas fechas, eligiendo en cambio actividades que exalten la vida, la fe y la esperanza.
- Podemos celebrar Holywins («la santidad gana», en inglés) con los más pequeños. En este día, los niños se disfrazan de santos, escuchan y narran sus historias, salen por las calles de sus barrios repartiendo estampitas. Debemos fomentar esta práctica, ya que es un modo de hacer apostolado y de fomentar el espíritu misionero en ellos.
- Detenernos a reflexionar sobre el sentido cristiano de la muerte y la vida eterna.
Así, los católicos no solo resistimos una cultura que banaliza el mal y la muerte, sino que proclamamos, con nuestras acciones y oraciones, la victoria de Cristo y la esperanza del Cielo.
Ante la difusión de celebraciones que desvirtúan el sentido cristiano de estos días, los católicos estamos llamados a recuperar y cultivar las tradiciones propias de la Iglesia. No se trata solo de rechazar Halloween, sino de recristianizarlo, recordando su verdadero significado: la víspera de la solemnidad de Todos los Santos.
Debemos centrar nuestra atención en Dios, pero sobre todo en la belleza de la santidad, en las vidas de tantas gentes que nos han precedido y gozan ya de la visión de Dios.
Y en estos días en los que se nos invita a mirar a la muerte y al destino eterno, recemos por las benditas almas del purgatorio y pensemos en nuestra propia muerte y en el destino eterno de nuestra alma.
Sustituyamos las celebraciones paganas por la oración y vigilia, pidiendo a Dios que detenga la acción del demonio y su influencia en tantos hombres y mujeres que se entregan a él por ignorancia. Y qué mejor modo de hacerlo que velar ante el Santísimo Sacramento expuesto, reparando y consolando al Señor ante tantos sacrilegios cometidos en estas fechas.
¿Qué significa la palabra “Halloween”?
“Halloween” proviene de la expresión inglesa All Hallows’ Eve, que significa “Víspera de Todos los Santos”. Originalmente se refería a la noche anterior al 1 de noviembre, cuando los cristianos se preparaban para celebrar a los santos del Cielo.
¿Qué celebra la Iglesia el 1 de noviembre?
El Día de Todos los Santos es una solemnidad en la que la Iglesia honra a todos los hombres y mujeres que alcanzaron la santidad, tanto los conocidos como los anónimos. Es una fiesta de alegría y esperanza, que nos recuerda nuestro llamado a la vida eterna.
¿Cuál es la diferencia entre el Día de Todos los Santos y el Día de los Muertos?
El 1 de noviembre se celebra a quienes ya están en la gloria de Dios; el 2 de noviembre, en cambio, se ora por las almas que aún están en proceso de purificación para llegar al Cielo. Ambas fechas expresan la comunión entre la Iglesia triunfante, purgante y militante.
¿Por qué los cristianos no celebran Halloween?
Los cristianos preferimos celebrar la vida, la santidad y la victoria del amor de Dios sobre el miedo.
¿Cómo podemos vivir estas fechas como católicos?
Podemos participar en la Misa, rezar por los difuntos, leer o compartir la vida de un santo o sumarnos a iniciativas como Holywins, que propone celebrar la victoria de la santidad sobre el mal. Lo importante es vivir estos días con fe y esperanza en la Vida Eterna.