De todas las partes de la Misa, la Liturgia de la Eucaristía es, sin dudas, la más importante. En ella ocurre el milagro más impresionante de todos. Jesús se hace presente en las especies eucarísticas con todo su ser: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. A pesar de que con nuestros sentidos vemos pan y vino, Nuestro Señor está realmente allí, vivo y glorioso.
Jesús se hace presente en el Santísimo Sacramento para ofrecerse nuevamente al Padre como víctima. Es inmolado incruentamente por nosotros, por nuestra salvación. Intercede ante Dios para conseguirnos su perdón. Es exactamente el mismo sacrificio que el del Calvario.
Como enseñaba San Juan Crisóstomo:
“El mismo Cristo que se ofreció una vez en sacrificio es el que ahora se inmola por nosotros”.
San Ignacio de Antioquía afirmaba:
“La Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, carne que padeció por nuestros pecados”.
La Iglesia, siguiendo las palabras del mismo Señor en la Última Cena celebra este misterio con profunda reverencia y amor:
“Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19)
A continuación, veremos cada una de las partes que componen la Liturgia de la Eucaristía, acompañadas de citas del Misal Romano y enseñanzas de los santos.
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La Liturgia de la Eucaristía está conformada por:
1. Ofertorio y Limosna

- Presentación de las ofrendas:
La Liturgia de la Eucaristía comienza con la presentación de las ofrendas.
Cuando el Señor instituyó el sacramento de la Eucaristía se sirvió del pan y del vino. Como la Santa Misa, reitera las acciones de la Última Cena, es necesario que el pan y el vino ya estén preparados para comenzar el sacrificio.
Mientras el sacerdote dispone todo para el sacrificio, los fieles depositan sus limosnas para el sustento personal del celebrante y para contribuir económicamente con las obras de la Iglesia. San Cirpriano recomendaba:
Nadie participe de la Eucaristía sin antes haber ofrecido algo.
En el altar, el celebrante coloca la patena y el copón con las hostias que va a consagrar. Eleva la patena, ofreciéndola a Dios Padre:
- La gota de agua:
Según un ritual judío, en el cáliz pascual debía ponerse vino con un poco de agua. Cristo mismo realizó esto en la Última Cena. Así, esa misma costumbre pasó a la Iglesia primitiva.
Cuando el sacerdote derrama la gota de agua sobre el vino, reza en voz baja:
El agua simboliza las dos naturalezas de Cristo: humana y divina. También recuerda el agua brotada del costado del Señor en la cruz. Además, representa al pueblo fiel, sediento, que se sumerge en Cristo por la fe y la caridad. La unión entre el alma y Jesús es tan fuerte que nada la puede destruir, como sería imposible separar el agua del vino.
A continuación, eleva el cáliz y lo ofrece a Dios Padre:
Luego, se inclina profundamente, con humildad y reconociendo sus pecados y pide en secreto:
- Incensación de las ofrendas:
A continuación, en las Misas solemnes, el sacerdote inciensa las ofrendas para hacerlas subir, como el humo hacia el trono del Altísimo. También inciensa el altar y, finalmente, un acólito inciensa al sacerdote y luego al pueblo de Dios, que debe ponerse de pie.
- Lavatorio de manos:
El sacerdote se lava las manos con un poco de agua. Justamente, las cosas más preciosas deben ser tocadas con las manos limpias. Este rito es un recordatorio que, para ofrecer el sacrificio, es necesario estar purificados de todas las manchas de la vida ordinaria. Mientras lo realiza, reza:
- «Oren, hermanos»:
Concluido el lavatorio de manos, el sacerdote invita a los fieles a rogar por él. Hace esta súplica en el momento en que, terminada la preparación de las ofrendas, al frente y en nombre de la comunidad, está por presentarse personalmente delante de Dios. Pide a los presentes que rueguen para que él sea digno de celebrar el sacrificio:
℣. Oren, hermanos, para que este sacrificio mío y de ustedes sea agradable a Dios Padre Todopoderoso.
℟ El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre y para nuestro bien y el de toda su Santa Iglesia.
- Oración sobre las ofrendas:
El ofertorio se cierra con una oración sobre las ofrendas, que varía según el tiempo litúrgico. Su fin es entregar los dones que han sido separados para convertirse en el Cuerpo y Sangre de Cristo.
Este es un ejemplo del tiempo Pascual:
Santifica, Señor, con tu bondad, nuestra oblación, y gracias a ella, conviértenos en una ofrenda eterna. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén
2. Plegaria Eucarística

Es la oración central de la Santa Misa y el momento más importante de la Liturgia de la Eucaristía. Por ella, Nuestro Señor desciende, se hace presente en la Eucaristía y se ofrece como víctima al Padre, renovando el sacrificio de la Cruz.
El sacerdote suele rezar con los brazos extendidos, en postura orante y de pie. Con esa postura recuerda la imagen de Cristo crucificado, cuya Pasión se revive sobre el altar.
- Prefacio:
El celebrante invita a los fieles a una acción de gracias solemne. Ayuda a disponer el alma para que ingrese en la oración, tratando de apartar todo pensamiento mundano para centrar su atención únicamente en el Señor, elevándole el corazón.
El sacerdote retoma la expresión de la asamblea para hacerla suya:
Luego se especifica el motivo concreto de la acción de gracias, generalmente en relación directa con el tiempo litúrgico o la fiesta que se celebra. Contienen una síntesis preciosa de los misterios de la fe, que podrían ser meditadas con detenimiento. Por ejemplo, para el tiempo cuaresmal, se reza:
La alabanza del Prefacio desemboca finalmente en el himno de alabanza de los coros celestes:
- Canto del Santo:
- Oraciones antes de la consagración:
La primera oración conecta la acción de gracias del prefacio con la acción sacrificial, el ofrecimiento de un don sagrado.
A continuación, el sacerdote intercede por quienes se han encomendado a sus oraciones y por todos los fieles presentes:
El sacrificio por los vivos es ofrecido en comunión con todos los santos:
Se concluye con un pedido universal: la salvación eterna de los fieles que participan del sacrificio:
- Epíclesis:
El sacerdote suplica al Padre que bendiga y santifique, por el Espíritu Santo, la ofrenda, para que se convierta, por nosotros, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En este momento el sacerdote coloca sus manos sobre las ofrendas. Este gesto simboliza que el sacerdote descarga sobre la víctima sus pecados y los de los fieles. Es el gran preludio del sacrificio. El pueblo se arrodilla, en señal de adoración, porque ha llegado el momento más santo de todos:
- Consagración:
A continuación, se narra la institución de la Eucaristía y el sacerdote, en la persona de Cristo y prestándole su voz, consagra el pan y el vino. Repite exactamente las acciones y los gestos de nuestro Señor. En ese momento ocurre el milagro más impresionante de todos: la transubstanciación.
El pan y el vino se transforman verdaderamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, conservando las apariencias exteriores. Jesús se hace presente en la Eucaristía verdadera, real y substancialmente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
El sacerdote eleva la hostia y el cáliz para que los fieles lo honren. Nuestra actitud en este momento debe ser de una estrecha unidad en la caridad y en los sentimientos que Cristo tenía al morir en la cruz, que son los mismos que en este momento experimenta al inmolarse sobre el altar.
- Anámnesis:
Ahora, la Iglesia realiza el memorial de la pasión, resurrección y del retorno glorioso del Señor.
- Oblación:
El sacerdote, en la oblación, presenta al Padre Eterno la ofrenda de su Hijo para reconciliar a la humanidad pecadora con Él. Aquí los fieles pueden ofrecer su vida y dolores en unión con Cristo para la redención del mundo.
- Intercesiones:
Luego, en las intercesiones, la Iglesia expresa que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia del Cielo y de la Tierra, de los vivos y difuntos:
- Doxología Final:
La Plegaria Eucarística concluye con la Doxología Final en la que se glorifica a la Santísima Trinidad, presentándole y ofreciéndole a Cristo Víctima.
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3. Padre Nuestro

El Padre Nuestro se reza como oración preparatoria para la Comunión. En ella, pedimos el “pan nuestro de cada día”, que en el sentido más profundo se refiere a la Eucaristía.
Por el sacrificio de Cristo y por sus méritos nos hemos convertido en hijos de Dios. En la Eucaristía encontramos el remedio ante la tentación y Jesús mismo, en nuestros corazones, vencerá al Maligno cuando quiera tentarnos.
La última petición del Padre Nuestro se prolonga. Porque, poseyendo la verdadera paz, podremos conservarnos libres de pecado y seguros en toda perturbación. Así nuestras almas pueden recibir con más provecho el pan del cielo.
4. Rito de la paz

El rito del saludo de la paz se prepara con una oración que el sacerdote dirige a Cristo, el Príncipe de la paz.
Este rito nos recuerda las debidas disposiciones con las que debemos acercarnos a comulgar. No podemos recibir al Señor si estamos enemistados con el prójimo.
5. Fracción del pan

El sacerdote parte la hostia a imitación del Señor. Representa la multiplicación de la presencia de Cristo por medio de la Eucaristía. Recuerda la muerte en cruz, por la cual su cuerpo fue quebrantado.
Luego, en la conmixión, deja caer la partícula de pan consagrado en el cáliz que contiene la Sangre del Señor, simbolizando la unidad del sacrificio, celebrado bajo las dos especies. También esta unidad se perpetúa, ya que hay un único sacrificio de Cristo que se continúa sobre los altares hasta el fin del mundo.
Mientras, los fieles cantan el Cordero de Dios:
Esta invocación caracteriza al Señor como víctima, que cargó los pecados del mundo y a quien se le suplica misericordia.
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6. Preparación para la Comunión

El sacerdote se prepara en privado para comulgar, rezando esta oración u otra similar:
Tras haber rezado, el celebrante toma la sagrada Hostia y, mostrándola al pueblo, dice:
7. Comunión

Comienza luego la Comunión se los fieles, que avanzan en procesión hacia el altar. Normalmente se acompaña con un canto.
La Eucaristía produce frutos maravillosos en el alma. Por ella, se logra la unión personal, íntima y más estrecha que se pueda imaginar con Cristo. Además, nos unimos a toda la Iglesia.
8. Oración de Poscomunión

Terminada la comunión, sigue un rato de silencio. El celebrante purifica la patena y el cáliz, mientras los fieles, de rodillas o sentados, dialogan en su corazón con el Huésped Divino.
Mientras hace la purificación, el celebrante dice en secreto:
La Liturgia de la Eucaristía concluye con la oración sacerdotal en la que el celebrante, agradece por la grandeza de los dones recibidos y pide los efectos propios del sacramento. Generalmente, insiste en el progreso de la obra redentora de Cristo en nosotros y en la victoria sobre las dificultades interiores y exteriores. Pero, por encima de todo, pide la vida eterna.
Para reflexionar sobre la Liturgia de la Eucaristía:
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¿Qué es la Liturgia de la Eucaristía?
La Liturgia de la Eucaristía es la parte más importante de la Santa Misa. En ella Jesús se hace presente en el Santísimo Sacramento para ofrecerse nuevamente al Padre como víctima. Es inmolado incruentamente por nuestra salvación. Intercede ante Dios para conseguirnos su perdón.
¿Cuándo comienza la Liturgia de la Eucaristía?
La Liturgia de la Eucaristía comienza con el Ofertorio.
¿Por qué es importante la Liturgia de la Eucaristía?
La Liturgia de la Eucaristía es muy importante porque en ella ocurre el milagro más impresionante de todos. Jesús se hace presente en las especies eucarísticas con todo su ser: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. A pesar de que con nuestros sentidos vemos pan y vino, Nuestro Señor está realmente allí, vivo y glorioso.
¿Cómo se divide la Liturgia de la Eucaristía?
La Liturgia de la Eucaristía se divide en 8 partes:
- Ofertorio y Limosna,
- Plegaria Eucarística,
- Padre Nuestro,
- Rito de la paz,
- Fracción del pan,
- Preparación para la Comunión,
- Comunión,
- Oración de poscomunión.