Liturgia de la Eucaristía: El Corazón de la Santa Misa

por | Vida espiritual

De todas las partes de la Misa, la Liturgia de la Eucaristía es, sin dudas, la más importante. En ella ocurre el milagro más impresionante de todos. Jesús se hace presente en las especies eucarísticas con todo su ser: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. A pesar de que con nuestros sentidos vemos pan y vino, Nuestro Señor está realmente allí, vivo y glorioso.  

Jesús se hace presente en el Santísimo Sacramento para ofrecerse nuevamente al Padre como víctima. Es inmolado incruentamente por nosotros, por nuestra salvación. Intercede ante Dios para conseguirnos su perdón. Es exactamente el mismo sacrificio que el del Calvario. 

Como enseñaba San Juan Crisóstomo:

“El mismo Cristo que se ofreció una vez en sacrificio es el que ahora se inmola por nosotros”.

San Ignacio de Antioquía afirmaba:

“La Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, carne que padeció por nuestros pecados”.

La Iglesia, siguiendo las palabras del mismo Señor en la Última Cena celebra este misterio con profunda reverencia y amor:

“Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19)

A continuación, veremos cada una de las partes que componen la Liturgia de la Eucaristía, acompañadas de citas del Misal Romano y enseñanzas de los santos.

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La Liturgia de la Eucaristía está conformada por:

1. Ofertorio y Limosna

Ofertorio
  • Presentación de las ofrendas:

La Liturgia de la Eucaristía comienza con la presentación de las ofrendas. 

Cuando el Señor instituyó el sacramento de la Eucaristía se sirvió del pan y del vino. Como la Santa Misa, reitera las acciones de la Última Cena, es necesario que el pan y el vino ya estén preparados para comenzar el sacrificio.

Mientras el sacerdote dispone todo para el sacrificio, los fieles depositan sus limosnas para el sustento personal del celebrante y para contribuir económicamente con las obras de la Iglesia. San Cirpriano recomendaba:

Nadie participe de la Eucaristía sin antes haber ofrecido algo.

En el altar, el celebrante coloca la patena y el copón con las hostias que va a consagrar. Eleva la patena, ofreciéndola a Dios Padre:

Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad, y a Ti te presentamos; él será para nosotros, Pan de Vida.

Bendito seas por siempre, Señor.

  •  La gota de agua:

Según un ritual judío, en el cáliz pascual debía ponerse vino con un poco de agua. Cristo mismo realizó esto en la Última Cena. Así, esa misma costumbre pasó a la Iglesia primitiva.

Cuando el sacerdote derrama la gota de agua sobre el vino, reza en voz baja:

Por el misterio de esta agua y de este vino, concédenos ser partícipes de la divinidad de quien se dignó participar de nuestra humanidad.

El agua simboliza las dos naturalezas de Cristo: humana y divina. También recuerda el agua brotada del costado del Señor en la cruz. Además, representa al pueblo fiel, sediento, que se sumerge en Cristo por la fe y la caridad. La unión entre el alma y Jesús es tan fuerte que nada la puede destruir, como sería imposible separar el agua del vino.

A continuación, eleva el cáliz y lo ofrece a Dios Padre:

Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad, y a Ti te presentamos; él será para nosotros, Bebida de Salvación.
Bendito seas por siempre, Señor.

Luego, se inclina profundamente, con humildad y reconociendo sus pecados y pide en secreto:

Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.

  • Incensación de las ofrendas:

A continuación, en las Misas solemnes, el sacerdote inciensa las ofrendas para hacerlas subir, como el humo hacia el trono del Altísimo. También inciensa el altar y, finalmente, un acólito inciensa al sacerdote y luego al pueblo de Dios, que debe ponerse de pie.

  • Lavatorio de manos:

El sacerdote se lava las manos con un poco de agua. Justamente, las cosas más preciosas deben ser tocadas con las manos limpias. Este rito es un recordatorio que, para ofrecer el sacrificio, es necesario estar purificados de todas las manchas de la vida ordinaria. Mientras lo realiza, reza:

Lava del todo mi delito, Señor, purifícame de mi pecado. 

  • «Oren, hermanos»:

Concluido el lavatorio de manos, el sacerdote invita a los fieles a rogar por él. Hace esta súplica en el momento en que, terminada la preparación de las ofrendas, al frente y en nombre de la comunidad, está por presentarse personalmente delante de Dios. Pide a los presentes que rueguen para que él sea digno de celebrar el sacrificio:

℣. Oren, hermanos, para que este sacrificio mío y de ustedes sea agradable a Dios Padre Todopoderoso.

℟ El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre y para nuestro bien y el de toda su Santa Iglesia.

  • Oración sobre las ofrendas:

El ofertorio se cierra con una oración sobre las ofrendas, que varía según el tiempo litúrgico. Su fin es entregar los dones que han sido separados para convertirse en el Cuerpo y Sangre de Cristo.

Este es un ejemplo del tiempo Pascual:

Santifica, Señor, con tu bondad, nuestra oblación, y gracias a ella, conviértenos en una ofrenda eterna. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén

2. Plegaria Eucarística

Plegaria Eucarística

Es la oración central de la Santa Misa y el momento más importante de la Liturgia de la Eucaristía. Por ella, Nuestro Señor desciende, se hace presente en la Eucaristía y se ofrece como víctima al Padre, renovando el sacrificio de la Cruz. 

El sacerdote suele rezar con los brazos extendidos, en postura orante y de pie. Con esa postura recuerda la imagen de Cristo crucificado, cuya Pasión se revive sobre el altar. 

  • Prefacio:

El celebrante invita a los fieles a una acción de gracias solemne. Ayuda a disponer el alma para que ingrese en la oración, tratando de apartar todo pensamiento mundano para centrar su atención únicamente en el Señor, elevándole el corazón.

℣. El Señor esté con ustedes.
℟ Y con tu espíritu.

℣. Levantemos el corazón

℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor

℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios

℟. Es justo y necesario. 

El sacerdote retoma la expresión de la asamblea para hacerla suya:

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Jesucristo, Señor nuestro.

Luego se especifica el motivo concreto de la acción de gracias, generalmente en relación directa con el tiempo litúrgico o la fiesta que se celebra. Contienen una síntesis preciosa de los misterios de la fe, que podrían ser meditadas con detenimiento. Por ejemplo, para el tiempo cuaresmal, se reza: 

Porque con el ayuno corporal, refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, y nos das fuerza y recompensa, por Cristo, Señor nuestro.

La alabanza del Prefacio desemboca finalmente en el himno de alabanza de los coros celestes:

Por él, los ángeles y los coros celestiales
celebran tu gloria,
unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces,
cantando humildemente tu alabanza:

  • Canto del Santo:
La Iglesia Peregrinante se une a la Triunfante cantando a una sola voz:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

  • Oraciones antes de la consagración:

La primera oración conecta la acción de gracias del prefacio con la acción sacrificial, el ofrecimiento de un don sagrado. 

El sacerdote, con las manos extendidas, dice:

Padre misericordioso,
te pedimos humildemente
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
que aceptes

Traza el signo de la cruz sobre el pan y el vino conjuntamente, diciendo:
y bendigas + estos dones,
este sacrificio santo y puro que te ofrecemos,

Con las manos extendidas, prosigue:
ante todo, por tu Iglesia santa y católica,
para que le concedas la paz, la protejas,
la congregues en la unidad
y la gobiernes en el mundo entero,
con tu servidor el Papa N.,
con nuestro Obispo N.,
y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad,
promueven la fe católica y apostólica.

    A continuación, el sacerdote intercede por quienes se han encomendado a sus oraciones y por todos los fieles presentes:

    Acuérdate, Señor,
    de tus hijos N. y N.

    Junta las manos y ora unos momentos por quienes tiene la intención de orar.

    Después, con las manos extendidas prosigue:
    y de todos los aquí reunidos,
    cuya fe y entrega bien conoces;
    por ellos y todos los suyos,
    por el perdón de sus pecados
    y la salvación que esperan,
    te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen,
    este sacrificio de alabanza,
    a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.

      El sacrificio por los vivos es ofrecido en comunión con todos los santos:

      Reunidos en comunión con toda la Iglesia,
      veneramos la memoria,
      ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María,
      Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor;
      la de su esposo, San José;
      la de los santos apóstoles y mártires
      Pedro y Pablo, Andrés,
      [Santiago y Juan,
      Tomás, Santiago, Felipe,
      Bartolomé, Mateo,
      Simón y Tadeo;
      Lino, Cleto, Clemente, Sixto,
      Cornelio, Cipriano,
      Lorenzo, Crisógono,
      Juan y Pablo,
      Cosme y Damián,]
      y la de todos los santos;
      por sus méritos y oraciones
      concédenos en todo tu protección.

      Junta las manos.
      (
      Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)

        Se concluye con un pedido universal: la salvación eterna de los fieles que participan del sacrificio:

        Con las manos extendidas, prosigue:
        Acepta, Señor, en tu bondad,
        esta ofrenda de tus servidores
        y de toda tu familia santa;
        ordena en tu paz nuestros días,
        líbranos de la condenación eterna
        y cuéntanos entre tus elegidos.
        Junta las manos.
        (
        Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)

        • Epíclesis:

        El sacerdote suplica al Padre que bendiga y santifique, por el Espíritu Santo, la ofrenda, para que se convierta, por nosotros, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

        En este momento el sacerdote coloca sus manos sobre las ofrendas. Este gesto simboliza que el sacerdote descarga sobre la víctima sus pecados y los de los fieles. Es el gran preludio del sacrificio. El pueblo se arrodilla, en señal de adoración, porque ha llegado el momento más santo de todos:

        Bendice y santifica esta ofrenda, Padre,
        haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti,
        de manera que se convierta para nosotros en el Cuerpo y la Sangre
        de tu Hijo amado,
        Jesucristo, nuestro Señor.

        • Consagración:

        A continuación, se narra la institución de la Eucaristía y el sacerdote, en la persona de Cristo y prestándole su voz, consagra el pan y el vino. Repite exactamente las acciones y los gestos de nuestro Señor. En ese momento ocurre el milagro más impresionante de todos: la transubstanciación.

        En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
        Él mismo, la víspera de su Pasión,

        Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

        Tomó pan en sus santas y venerables manos,
        Eleva los ojos,
        y, elevando los ojos al cielo,
        hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso,
        dando gracias te bendijo,
        lo partió,
        y lo dio a sus discípulos, diciendo:
        Se inclina un poco.
        TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
        PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
        QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.

        Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión.

        90. Después prosigue:
        Del mismo modo, acabada la cena,

        Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
        tomó este cáliz glorioso
        en sus santas y venerables manos,
        dando gracias te bendijo,
        y lo dio a sus discípulos, diciendo:

        Se inclina un poco.

        TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
        PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
        SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
        QUE SERÁ DERRAMADA
        POR USTEDES Y POR MUCHOS
        PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

        HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

        Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.

        El pan y el vino se transforman verdaderamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, conservando las apariencias exteriores. Jesús se hace presente en la Eucaristía verdadera, real y substancialmente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. 

        El sacerdote eleva la hostia y el cáliz para que los fieles lo honren. Nuestra actitud en este momento debe ser de una estrecha unidad en la caridad y en los sentimientos que Cristo tenía al morir en la cruz, que son los mismos que en este momento experimenta al inmolarse sobre el altar.

        Luego el celebrante dice una de las siguientes fórmulas:
        Éste es el Misterio de la fe.
        O bien:
        Éste es el Sacramento de nuestra fe.
        Y el pueblo prosigue, aclamando:
        Anunciamos tu muerte,
        proclamamos tu resurrección.
        ¡Ven, Señor Jesús!

        • Anámnesis:

        Ahora, la Iglesia realiza el memorial de la pasión, resurrección y del retorno glorioso del Señor.

        Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
        CC

        Por eso, Padre,
        nosotros, tus servidores,
        y todo tu pueblo santo,
        al celebrar este memorial
        de la muerte gloriosa de Jesucristo,
        tu Hijo, nuestro Señor;
        de su santa resurrección del lugar de los muertos
        y de su admirable ascensión a los cielos,
        te ofrecemos, Dios de gloria y majestad,
        de los mismos bienes que nos has dado,
        el sacrificio puro, inmaculado y santo:
        pan de vida eterna
        y cáliz de eterna salvación.

        • Oblación:

        El sacerdote, en la oblaciónpresenta al Padre Eterno la ofrenda de su Hijo para reconciliar a la humanidad pecadora con Él. Aquí los fieles pueden ofrecer su vida y dolores en unión con Cristo para la redención del mundo.

        Mira con ojos de bondad esta ofrenda
        y acéptala,
        como aceptaste los dones del justo Abel,
        el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe,
        y la oblación pura
        de tu sumo sacerdote Melquisedec.

        94. Inclinado, con las manos juntas, prosigue:
        Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso,
        que esta ofrenda sea llevada a tu presencia,
        hasta el altar del cielo,
        por manos de tu ángel,
        para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
        al participar aquí de este altar,

        Se endereza y se signa, diciendo:
        seamos colmados de gracia y bendición.

        Junta las manos.
        (
        Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)

        • Intercesiones:

        Luego, en las intercesionesla Iglesia expresa que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia del Cielo y de la Tierra, de los vivos y difuntos:

        95.Conmemoración de los difuntos.
        Con las manos extendidas dice:

        Acuérdate también, Señor,
        de tus hijos N. y N.,
        que nos han precedido con el signo de la fe
        y duermen ya el sueño de la paz
        Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención de orar.

        Después, con las manos extendidas, prosigue:
        A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo,
        concédeles el lugar del consuelo,
        de la luz y de la paz.

        Junta las manos.
        (
        Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)

        96. Con la mano derecha se golpea el pecho, diciendo:
        Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos,
        Con las manos extendidas prosigue:
        que confiamos en tu infinita misericordia,
        admítenos en la asamblea
        de los santos apóstoles y mártires,
        Juan el Bautista, Esteban,
        Matías y Bernabé,
        [Ignacio, Alejandro,
        Marcelino y Pedro,
        Felicidad y Perpetua,
        Águeda, Lucía,
        Inés, Cecilia, Anastasia,]
        y de todos los santos;
        y acéptanos en su compañía,
        no por nuestros méritos,
        sino conforme a tu bondad.
        Junta las manos:
        CP

        Por Cristo, Señor nuestro.

        • Doxología Final:

        La Plegaria Eucarística concluye con la Doxología Final en la que se glorifica a la Santísima Trinidad, presentándole y ofreciéndole a Cristo Víctima. 

        Y continúa:
        Por quien sigues creando todos los bienes,
        los santificas, los llenas de vida, los bendices
        y los repartes entre nosotros.

        98. Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, y elevándolos, dice:
        CP o CC

        Por Cristo, con él y en él,
        a ti, Dios Padre omnipotente,
        en la unidad del Espíritu Santo,
        todo honor y toda gloria
        por los siglos de los siglos.

        El pueblo aclama:
        Amén.

        3. Padre Nuestro

        Padre Nuestro

        El Padre Nuestro se reza como oración preparatoria para la Comunión. En ella, pedimos el “pan nuestro de cada día”, que en el sentido más profundo se refiere a la Eucaristía.

        Por el sacrificio de Cristo y por sus méritos nos hemos convertido en hijos de Dios. En la Eucaristía encontramos el remedio ante la tentación y Jesús mismo, en nuestros corazones, vencerá al Maligno cuando quiera tentarnos. 

        Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
        Fieles a la recomendación del Salvador
        y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

        Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
        Padre nuestro, que estás en el Cielo,
        santificado sea tu Nombre,
        venga a nosotros tu Reino,
        hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
        Danos hoy nuestro pan de cada día;
        perdona nuestras ofensas,
        como también nosotros perdonamos
        a los que nos ofenden;
        no nos dejes caer en la tentación,
        y líbranos del mal.

        La última petición del Padre Nuestro se prolonga. Porque, poseyendo la verdadera paz, podremos conservarnos libres de pecado y seguros en toda perturbación. Así nuestras almas pueden recibir con más provecho el pan del cielo. 

        Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
        Líbranos de todos los males, Señor,
        y concédenos la paz en nuestros días,
        para que, ayudados por tu misericordia,
        vivamos siempre libres de pecado
        y protegidos de toda perturbación,
        mientras esperamos la gloriosa venida
        de nuestro Salvador Jesucristo.

        Junta las manos.

        El pueblo concluye la oración aclamando:
        Tuyo es el Reino,
        tuyo el poder y la gloria
        por siempre, Señor.

        4. Rito de la paz

        Rito de la paz

        El rito del saludo de la paz se prepara con una oración que el sacerdote dirige a Cristo, el Príncipe de la paz.

        Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
        Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
        «La paz les dejo, mi paz les doy»,
        no tengas en cuenta nuestros pecados
        sino la fe de tu Iglesia,
        y, conforme a tu palabra,
        concédele la paz y la unidad.

        Junta las manos.

        Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

        El pueblo responde: Amén.

        127. El sacerdote, vuelto hacia al pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:
        La paz del Señor esté siempre con ustedes.

        El pueblo responde: Y con tu espíritu.

        128. Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
        Démonos fraternalmente la paz.

        Este rito nos recuerda las debidas disposiciones con las que debemos acercarnos a comulgar. No podemos recibir al Señor si estamos enemistados con el prójimo. 

        5. Fracción del pan 

        Fracción del pan

        El sacerdote parte la hostia a imitación del Señor. Representa la multiplicación de la presencia de Cristo por medio de la Eucaristía. Recuerda la muerte en cruz, por la cual su cuerpo fue quebrantado. 

        Luego, en la conmixión, deja caer la partícula de pan consagrado en el cáliz que contiene la Sangre del Señor, simbolizando la unidad del sacrificio, celebrado bajo las dos especies. También esta unidad se perpetúa, ya que hay un único sacrificio de Cristo que se continúa sobre los altares hasta el fin del mundo

        El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
        unidos en este cáliz,
        sean para nosotros
        alimento de vida eterna.

        Mientras, los fieles cantan el Cordero de Dios:

        Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
        Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
        Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.

        Esta invocación caracteriza al Señor como víctima, que cargó los pecados del mundo y a quien se le suplica misericordia. 

        6. Preparación para la Comunión

        Preparación para la Comunión (1)

        El sacerdote se prepara en privado para comulgar, rezando esta oración u otra similar:

        Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
        no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
        sino que, por tu piedad
        me sirva para defensa de alma y cuerpo,
        y como remedio de salvación.

        Tras haber rezado, el celebrante toma la sagrada Hostia y, mostrándola al pueblo, dice:

        Este es el Cordero de Dios,
        que quita el pecado del mundo.
        Dichosos los invitados a la cena del Señor.

        Y, juntamente con el pueblo, añade:
        Señor, no soy digno
        de que entres en mi casa,
        pero una palabra tuya
        bastará para sanarme.

        7. Comunión

        Comunión

        La Liturgia de la Eucaristía se corona con el rito de la Comunión.

        Primero el celebrante comulga por sí mismo. Al hacerlo reza esta preciosa oración:

        El Cuerpo de Cristo me proteja para la Vida eterna.

        La Sangre de Cristo me guarde para la Vida eterna.

        Comienza luego la Comunión se los fieles, que avanzan en procesión hacia el altar. Normalmente se acompaña con un canto.

        La Eucaristía produce frutos maravillosos en el alma. Por ella, se logra la unión personal, íntima y más estrecha que se pueda imaginar con Cristo. Además, nos unimos a toda la Iglesia.

        8. Oración de Poscomunión

        Poscomunión

        Terminada la comunión, sigue un rato de silencio. El celebrante purifica la patena y el cáliz, mientras los fieles, de rodillas o sentados, dialogan en su corazón con el Huésped Divino.

        Mientras hace la purificación, el celebrante dice en secreto:

        Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio
        el alimento que acabamos de tomar,
        y que el don que nos haces en esta vida
        nos sirva para la vida eterna.

        La Liturgia de la Eucaristía concluye con la oración sacerdotal en la que el celebrante, agradece por la grandeza de los dones recibidos y pide los efectos propios del sacramento. Generalmente, insiste en el progreso de la obra redentora de Cristo en nosotros y en la victoria sobre las dificultades interiores y exteriores. Pero, por encima de todo, pide la vida eterna.  

        Te rogamos, Dios todopoderoso, que seamos contados entre los miembros de tu Hijo divino cuyo Cuerpo y Sangre hemos recibido.

        Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

        Amén. 

        Para reflexionar sobre la Liturgia de la Eucaristía:

        Cada vez que vayamos a Misa, meditemos en los gestos y las palabras tan profundos y llenos de símbolos que son parte del sacrificio. Esto nos ayudará a estar más concentrados y acrecentará en nuestras almas el fervor y el deseo de recibir a Jesús.

        Vivamos la Liturgia de la Eucaristía siguiendo esta hermosa enseñanza de San Juan Pablo II: 

        No nos acostumbremos jamás a la Eucaristía. Que cada celebración sea un renovado asombro ante el amor infinito de Dios.

        Puedes utilizar la aplicación Horarios de Misa para encontrar la iglesia católica más cercana con horarios de Misa, Confesión y Adoración. ¡Seguro te servirá! Descárgala ahora.

        ¿Qué es la Liturgia de la Eucaristía?

        La Liturgia de la Eucaristía es la parte más importante de la Santa Misa. En ella Jesús se hace presente en el Santísimo Sacramento para ofrecerse nuevamente al Padre como víctima. Es inmolado incruentamente por nuestra salvación. Intercede ante Dios para conseguirnos su perdón.

        ¿Cuándo comienza la Liturgia de la Eucaristía?

        La Liturgia de la Eucaristía comienza con el Ofertorio.

        ¿Por qué es importante la Liturgia de la Eucaristía?

        La Liturgia de la Eucaristía es muy importante porque en ella ocurre el milagro más impresionante de todos. Jesús se hace presente en las especies eucarísticas con todo su ser: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. A pesar de que con nuestros sentidos vemos pan y vino, Nuestro Señor está realmente allí, vivo y glorioso. 

        ¿Cómo se divide la Liturgia de la Eucaristía?

        La Liturgia de la Eucaristía se divide en 8 partes:

        1. Ofertorio y Limosna,
        2. Plegaria Eucarística,
        3. Padre Nuestro,
        4. Rito de la paz,
        5. Fracción del pan,
        6. Preparación para la Comunión, 
        7. Comunión,
        8. Oración de poscomunión.