El Padre Pio de Pietrelcina fue un Santo Sacerdote a quien Dios dió el don de los estigmas. Su fiesta se celebra el 23 de septiembre!
Biografía
El Padre Pío nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, al sur de Italia, e ingresó al noviciado de los Frailes Capuchinos a los 15 años. Cuando tenía 31 años, el Padre Pío recibió los estigmas (las cinco heridas de la pasión de Cristo en su cuerpo). Unos años más adelante, el Padre Pío fundó el «Hogar para el Alivio del Sufrimiento», un centro de 300 camas financiado por las pequeñas, sinceras, y espontáneas donaciones y oraciones de sus seguidores.
Pío de Pietrelcina fue llamado a su eterno descanso el 23 de septiembre de 1968, y muchos testifican sobre las gracias espirituales y temporales recibidas al visitar su tumba en San Giovanni Rotondo, Italia. (Fundación San Pío)
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Una de las frases famosas del Padre Pio de Pietrelcina es:
«Arrodíllate y rinde el tributo de tu presencia y devoción a Jesús en el Santísimo Sacramento. Confía todas tus necesidades a Él, junto con las de los demás. Háblale con abandono filial, da rienda suelta a tu corazón y permítele que actúe en ti como Él crea mejor«.
Padre Pío es venerado Santo en la Iglesia Católica Romana, y creo que es indispensable que todos los católicos conozcan sobre él y su legado!
Hoy en día, Pío de Pietrelcina es el patrón de los adolescentes, el alivio del estrés y los voluntarios de defensa civil.
Además, el Padre Pio escribió muchas cartas que puedes ayudarte a profundizar tu fe.
Carta del Padre Pio
Esta es una carta que escribió el Padre Pio de Pietrelcina:
¡La gracia del Señor sobreabunde en vuestros corazones transformándolos totalmente en El!
Recibo con indecible consolación vuestra carta rebosante de filial afecto y me anima a ser sincero siempre con vosotros y a no dejar de amonestaros con franqueza en lo que os veo defectuosos. Dios sea bendito, carísimos hijos, por la santísima bondad que prodiga a esas vuestras almas que mi corazón ama verdadera e incomparablemente como a mí mismo. En primer lugar tengo que congratularme con vosotros de la constancia que tenéis en el servicio del Señor.
Esta vuestra constancia me hace esperar que, reconociendo vuestros defectos, en los que habitualmente caéis sin determinada y deliberada voluntad, os resolveréis a extirparlos con la asistencia de la gracia divina que os sobreabunda. ¿,Cuáles son, pues, los defectos que os reconocéis y que han echado raíces en alguno de vosotros, aunque no en todos? No me modero en notificárnoslos.
Sé que entre vosotros los hay que han olvidado prontamente la gran estima que se debe a quien tiene sobre ellos la dirección inmediata. Se responde con arrogancia a esta dirección y, lo que es peor, se hace uno el sordo cuando es reprendido por alguna travesura. Referente a esto, tengo que lamentarme vivamente con los culpables. A ésos no les recuerdo otra cosa, ni les reprendo, más que la solemne promesa que me hicieron momentos antes de separarse de mí.
Tengo la esperanza de que no volverán a caer en semejantes faltas. Todo me hace esperar la confianza total que tengo en Dios y la gran estima que me tienen estos queridos muchachos. Aparte de esto que os he comunicado no tengo motivos más que para congratularme con vosotros. Veo que vuestros corazones están siempre llenos de buenos deseos y esto me hace esperar que os entregaréis con todas vuestras fuerzas a corregiros de lo que os he manifestado en esta carta y también de todo aquello que os dije mientras fui vuestro director.
Sé que os entristeceréis porque no podréis corregiros eficazmente de vuestras imperfecciones, pero debéis haceros fuertes, carísimos hijos, y recordad lo que tan a menudo os he repetido sobre el particular, o sea, que debéis trabajar igualmente en la práctica de la fidelidad a Dios para renovar vuestros propósitos con la misma frecuencia con que los transgredís y estando de sobre aviso para reconocer vuestra miseria y así no transgredirlos.
Tened mucho cuidado de vuestros corazones para purificarlos y fortalecerlos a medida del número y magnitud de las inspiraciones que recibáis. Elevad frecuentemente vuestras almas a Dios; leed buenos libros con la mayor frecuencia que posible os sea, pero con mucha devoción; sed asiduos en la meditación, en las oraciones y en el examen de conciencia varias veces al día.
Amad mi alma, que ama perfectamente la vuestra; y encomendadme siempre a la divina piedad como incesantemente hago por vosotros. No penséis jamás, mis queridísimos hijos, que la distancia del lugar separe las almas que Dios ha unido con el vínculo de su amor.
Los hijos del siglo se encuentran todos separados los unos de los otros, porque tienen el corazón en distinto lugar; pero los hijos de Dios, teniendo el corazón donde tienen su tesoro y no teniendo todos más que un mismo tesoro, que es el mismo Dios, están, por consiguiente, siempre unidos…
Oremos juntos
Esta es una oración que Pio de Pietrelcina rezaba cuando quería pedir por alguien:
¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá». He aquí que, confiando en tus santas palabras, yo llamo, busco, y pido la gracia…
(Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.)
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío en Ti.
¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pasarán los cielos y la tierra pero mis palabras jamás pasarán» He ahí que yo, confiando en lo infalible de tus santas palabras pido la gracia…
(Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.)
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, todo lo que pidáis a mi Padre en mi Nombre, se les concederá». He ahí que yo, al Padre Eterno y en tu nombre pido la gracia…
(Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.)
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, al que le es imposible no sentir compasión por los infelices, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que pedimos en nombre del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre, san José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.
Amén.
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