¿Cómo Rezar la Novena de Navidad?

por | Vida espiritual

Se acerca la Navidad, una de las celebraciones más importantes para los cristianos. Dios Padre envía a su Hijo al mundo para salvarnos del pecado y abrirnos nuevamente las puertas del Cielo. Jesús vino a nosotros encarnándose en el vientre de María Santísima. Y nació en un humilde y pobre pesebre. Desde ese instante comenzó su obra redentora, que culminará en la cruz. 

Celebrar la Navidad significa acoger a Jesús en el corazón y dejarlo reinar en nuestras vidas. Su nacimiento es la mayor muestra del amor de Dios:

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3, 16).

¿Y qué mejor modo de preparar el corazón para semejante fiesta que rezando una Novena de Navidad?

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¿Qué es la Novena de Navidad?

La novena de Navidad es una práctica devocional muy arraigada en la tradición católica, especialmente en América Latina. Se reza durante los nueve días previos a la Nochebuena (16 a 24 de diciembre), evocando los nueve meses de espera de María Santísima y también los nueve días de oración de los apóstoles antes de Pentecostés.

¿Cuál es el sentido de la novena de Navidad? 

  • Camino de oración: Cada día de la novena ayuda a meditar sobre distintos aspectos del misterio de la Encarnación, predisponiendo el alma para celebrar el nacimiento del Señor.
  • Ejercicio de fe: Rezar la novena fortalece la constancia y la confianza en Dios, recordando que la oración abre el corazón a la gracia.
  • Dimensión familiar y comunitaria: La novena se convierte en un espacio de encuentro. Es muy conveniente rezarla en comunidad, en familia o entre amigos. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos. (Mt 18,20)
  • Preparación espiritual: Más allá de lo festivo, la novena ayuda a centrar la Navidad en su verdadero sentido: Jesús es el don más grande de Dios Padre a la humanidad.

Cómo rezar la Novena de Navidad paso a paso

La novena de Navidad se reza siguiendo este orden:

  1. Oración inicial común para todos los días,
  2. Meditación de algún aspecto del misterio de la Navidad,
  3. Oración para cada día.

Novena de Navidad completa

Oración Inicial para Todos los Días 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Salve, y bendita sea la hora y el momento
en que el Hijo de Dios nació
de la Virgen purísima,
en un establo, a medianoche, en Belén,
en medio del frío penetrante.
En esa hora, dígnate, te ruego,
escuchar mis oraciones y conceder mis deseos

(mencionar aquí la petición).

Por Jesucristo y por su Santísima Madre.

Amén

Día 1: El amor de Dios revelado en su Encarnación 

Comenzar con la oración inicial para todos los días.

Meditación

Porque nuestro primer padre, Adán, se rebeló contra Dios, fue expulsado del paraíso y atrajo sobre sí y sobre todos sus descendientes el castigo de la muerte eterna. Pero el Hijo de Dios, viendo al hombre así perdido y deseando salvarlo de la muerte, se ofreció a asumir nuestra naturaleza humana y a sufrir Él mismo la muerte, condenado como un criminal en una cruz.

“Pero, Hijo mío”, podemos imaginar al Padre eterno diciéndole, “piensa en la vida de humillaciones y sufrimientos que tendrás que llevar en la tierra. Tendrás que nacer en un frío establo y ser acostado en un pesebre, el comedero de los animales. Aún siendo un niño, tendrás que huir a Egipto para escapar de las manos de Herodes. Después de tu regreso de Egipto, tendrás que vivir y trabajar en un taller como un siervo humilde, pobre y despreciado. Y finalmente, agotado por los sufrimientos, tendrás que entregar tu vida en una cruz, expuesto a la vergüenza y abandonado por todos”.

“Padre”, responde el Hijo, “nada de esto importa. Lo soportaré todo con gusto, con tal de poder salvar al hombre”.

¿Qué diríamos si un príncipe, por compasión hacia un gusano muerto, eligiera convertirse él mismo en un gusano y dar su propia sangre para devolverle la vida? Pero el Verbo eterno hizo por nosotros algo infinitamente mayor. Aunque es el soberano Señor del mundo, eligió hacerse semejante a nosotros, que estamos infinitamente más por debajo de Él que un gusano lo está de un príncipe, y quiso morir por nosotros para devolvernos la vida de la gracia divina que habíamos perdido por el pecado.

Cuando vio que todos los demás dones que nos había otorgado no eran suficientes para movernos a corresponder a su amor, Él mismo se hizo hombre y se entregó por completo a nosotros.

“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”; “Nos amó y se entregó por nosotros”.

Oración

Oh gran Hijo de Dios, te has hecho hombre para hacerte amar por los hombres. Pero ¿dónde está el amor que los hombres te dan en respuesta?

Has derramado tu Sangre para salvar nuestras almas. Entonces, ¿por qué somos tan desagradecidos que, en lugar de pagarte con amor, te ofendemos con ingratitud? Y yo, Señor, yo mismo más que otros te he tratado así.

Pero tu Pasión es mi esperanza. Por ese amor que te llevó a asumir la naturaleza humana y a morir por mí en la cruz, perdóname todas las ofensas que he cometido contra Ti.

Te amo, oh Verbo Encarnado; te amo, oh bondad infinita. Ojalá pudiera morir de dolor por haberte ofendido. Dame, oh Jesús, tu amor. No permitas que viva más en el olvido ingrato del amor que me tienes.

Quiero amarte siempre. Concede que persevere siempre en este santo deseo.

Oh María, Madre de Dios y mi Madre, ruega por mí para que tu Hijo me conceda la gracia de amarlo siempre, hasta la muerte.
Amén.

Día 2: El amor de Dios revelado en su nacimiento como un Niño

Comenzar con la oración inicial para todos los días.

Meditación

Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre por nuestra causa, podría haber venido a la tierra como un hombre adulto desde el primer instante de su existencia humana, como ocurrió con Adán cuando fue creado. Pero, dado que la vista de los niños pequeños nos mueve con especial ternura a amarlos, Jesús quiso presentarse por primera vez en la tierra como un niño; y no solo eso, sino como el niño más pobre y más desamparado que jamás haya nacido.

“Dios quiso nacer como un pequeño niño”, escribió san Pedro Crisólogo, “para enseñarnos a amarlo y no a temerle”.

El profeta Isaías había profetizado hacía tiempo que el Hijo de Dios nacería como un niño y que así se nos entregaría por el amor que nos tiene:

“Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”.

¡Oh Jesús mío, Dios verdadero y supremo! ¿Qué te ha traído del cielo a nacer en un frío establo, sino el amor que nos tienes a los hombres? ¿Qué te ha sacado del seno de tu Padre para colocarte en un duro pesebre? ¿Qué te ha apartado de tu trono sobre las estrellas para recostarte sobre un poco de paja? ¿Qué te ha llevado de entre los nueve coros de ángeles para ponerte entre dos animales?

Tú, que inflamas de santo fuego a los serafines, ahora tiritas de frío en este establo. Tú, que haces girar las estrellas en el cielo, ahora no puedes moverte si otros no te llevan en sus brazos. Tú, que das alimento a hombres y bestias, ahora necesitas un poco de leche para sostener tu vida. Tú, que eres el gozo del cielo, ahora gimes y lloras en el sufrimiento. Dime, ¿quién te ha reducido a tal miseria? “El amor lo ha hecho”, dice san Bernardo. El amor que nos tienes, a nosotros los hombres, ha traído todo esto sobre Ti.

Oración

¡Oh dulcísimo Niño! Dime, ¿a qué has venido a la tierra? Dime, ¿a quién buscas? Sí, ya lo sé: has venido a morir por mí, para salvarme del infierno. Has venido a buscarme, a mí, la oveja perdida, para que, en lugar de seguir huyendo de Ti, me repose para siempre en tus amorosos brazos.

Ah, Jesús mío, mi tesoro, mi vida, mi amor y mi todo. ¿A quién amaré, si no es a Ti? ¿Dónde encontraré un padre, un amigo o un esposo más amante y amable que Tú?

Te amo, Dios mío; te amo, mi único bien. Lamento los muchos años en que no te he amado, sino que te he despreciado y ofendido. Perdóname, oh amado Redentor; me pesa haberte tratado así y lo lamento con todo mi corazón. Perdóname, y dame la gracia de no apartarme jamás de Ti, sino de amarte constantemente durante todos los años que aún me queden en esta vida.

Amor mío, me entrego por completo a Ti; acéptame, y no me rechaces como merezco.

Oh María, tú eres mi abogada. Con tus oraciones obtienes de tu Hijo todo lo que deseas. Ruega, entonces, para que Él me perdone y me conceda la santa perseverancia hasta la muerte.
Amén.

Día 3: La vida de pobreza que Jesús llevó desde su nacimiento

Comenzar con la oración inicial para todos los días.

Meditación

Dios dispuso que, en el tiempo en que su Hijo debía nacer en esta tierra, el emperador romano emitiera un decreto ordenando que todos fueran a la ciudad de su origen para registrarse en el censo. Así sucedió que José, obedeciendo este mandato, fue a Belén acompañado de su esposa virgen, cuando ya estaba por dar a luz.

Al no encontrar alojamiento ni en la pobre posada ni en las demás casas del pueblo, se vieron obligados a pasar la noche en una cueva que servía de establo para los animales; y fue allí donde María dio a luz al Rey del cielo. Si Jesús hubiera nacido en Nazaret, también, es cierto, habría nacido en pobreza; pero allí, al menos, habría tenido una habitación seca, un poco de fuego, ropa abrigada y una cuna más cómoda. Sin embargo, Él eligió nacer en esta cueva fría y húmeda, tener por cuna un pesebre y por colchón una paja áspera, para poder sufrir por nosotros.

Entremos con el espíritu en esta cueva de Belén, pero entremos con un espíritu de viva fe. Si vamos sin fe, no veremos más que a un pobre niño, y la vista de este tierno infante temblando y llorando sobre su áspera cama de paja podrá ciertamente movernos a compasión. Pero si entramos con fe y consideramos que este Niño es el mismo Hijo eterno, Dios, que por amor a nosotros ha descendido a la tierra y sufre tanto para pagar el precio de nuestros pecados, ¿cómo podremos evitar agradecerle y amarlo en respuesta?

Oración

Oh dulce Niño Jesús, ¿cómo pude ser tan ingrato y ofenderte tantas veces, si hubiera comprendido cuánto has sufrido por mí? Pero estas lágrimas que derramas, esta pobreza que abrazas por amor a mí, me llenan de esperanza en obtener el perdón de todas las ofensas que he cometido contra Ti.

Jesús mío, me pesa haberme apartado de Ti tantas veces. Pero ahora te amo sobre todas las cosas. “¡Dios mío y mi todo!”

Desde ahora, Tú, oh Dios mío, serás mi único tesoro y mi único bien. Con san Ignacio de Loyola te digo: “Dame tu amor; eso me basta”. No deseo nada más; no quiero nada más. Tú solo me bastas: Jesús mío, vida mía, amor mío.

Oh María, Madre mía, alcánzame la gracia de amar siempre a Jesús y de ser siempre amado por Él.
Amén.

Día 4: La vida de humillación que Jesús llevó desde su nacimiento

Comenzar con la oración inicial para todos los días.

Meditación

La señal que el ángel dio a los pastores para ayudarlos a encontrar al Salvador recién nacido apuntaba a su pequeñez:

“Ésta será la señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”

No podía hallarse en ningún otro lugar de la tierra un recién nacido envuelto en humildes pañales y acostado en un pesebre —un comedero de animales— sino en un establo. Así, en la humillación, el Rey del cielo, el Hijo de Dios, eligió nacer, porque vino a destruir el orgullo que había sido la causa de la ruina del hombre.

Los profetas ya habían anunciado que nuestro Redentor sería tratado como el más vil de los hombres y que sería colmado de insultos. ¡Cuánto desprecio tuvo que soportar Jesús de parte de los hombres! Lo llamaron borracho, farsante, blasfemo y hereje.

¡Qué ignominias padeció durante su Pasión! Sus propios discípulos lo abandonaron; uno lo vendió por treinta monedas y otro negó haberlo conocido. Fue llevado atado por las calles como un criminal; fue azotado como un esclavo, ridiculizado como un loco, coronado de espinas como un rey de burla, abofeteado y escupido, y finalmente dejado morir colgado en una cruz entre dos ladrones, como el peor criminal del mundo.

El más noble de todos —dice san Bernardo— es tratado como el más vil de todos.” Y añade el santo: “Cuanto más vilmente eres tratado, más querido eres para mí”.

Cuanto más te contemplo, Jesús mío, despreciado y avergonzado, más digno eres de mi amor y más profundamente te amo.

Oración

Oh amadísimo Salvador, Tú has abrazado tantos ultrajes por amor a mí, y sin embargo yo no he sido capaz de soportar ni una palabra de ofensa sin llenarme enseguida de resentimiento, yo, que tantas veces he merecido ser pisoteado por los demonios en el infierno. Me avergüenzo de presentarme ante Ti, siendo tan pecador y orgulloso. Pero no me alejes de tu presencia, Señor, aunque eso es lo que merezco. Tú has dicho que no despreciarás un corazón contrito y humillado. Me arrepiento de todas las ofensas que he cometido contra Ti. Perdóname, Jesús mío. No volveré a ofenderte.

Por amor a mí soportaste tantas injurias; por amor a Ti, yo soportaré todas las ofensas que se me hagan. Te amo, Jesús, Tú que fuiste despreciado por amor a mí. Te amo por encima de todo bien. Concédeme la gracia de amarte siempre y de soportar toda injuria por tu amor.

Oh María, recomiéndame a tu Hijo; ruega a Jesús por mí.
Amén.

Día 5: La vida de dolor que Jesús llevó desde su nacimiento

Comenzar con la oración inicial para todos los días.

Meditación

Jesucristo podría haber salvado al género humano sin sufrir ni morir. Sin embargo, para demostrarnos cuánto nos amaba, eligió para sí una vida llena de tribulaciones. Por eso el profeta Isaías lo llamó “varón de dolores”: toda su vida estuvo colmada de sufrimiento.

Su Pasión no comenzó apenas unas horas antes de morir, sino desde el primer instante de su nacimiento. Nació en un establo donde todo le causaba tormento. Su vista se hería al no ver más que las paredes ásperas y ennegrecidas de la cueva; su olfato sufría por el hedor del estiércol de los animales; su tacto se lastimaba con la paja áspera en la que yacía.

A poco de nacer, se vio obligado a huir a Egipto, donde pasó varios años de su infancia en pobreza y necesidad. Su niñez y juventud en Nazaret transcurrieron en trabajo arduo y ocultamiento. Y finalmente, en Jerusalén, murió en la cruz, consumido por el dolor y la angustia.

Así, la vida de Jesús no fue sino una cadena ininterrumpida de sufrimientos, que eran doblemente dolorosos porque Él tenía siempre ante sus ojos todos los tormentos que habría de padecer hasta su muerte.

Y, sin embargo, como nuestro Señor había elegido voluntariamente soportar esas tribulaciones por nuestro bien, no lo afligían tanto como la visión de nuestros pecados, con los cuales tan ingrata­mente hemos pagado su amor hacia nosotros.

Cuando el confesor de santa Margarita de Cortona vio que nunca se contentaba con las lágrimas ya derramadas por sus pecados pasados, le dijo: “Margarita, deja ya de llorar; Dios ciertamente te ha perdonado”. Pero ella respondió:

Padre, ¿cómo puedo dejar de llorar, sabiendo que mis pecados mantuvieron a mi Señor Jesús en dolor y sufrimiento durante toda su vida?

Oración

Oh Jesús, dulce Amor mío, yo también te he mantenido en sufrimiento durante toda tu vida.
Dime, entonces, qué debo hacer para alcanzar tu perdón; estoy dispuesto a cumplir todo lo que me pidas.
Lo siento, Sumo Bien, por todas las ofensas que he cometido contra Ti.
Te amo más que a mí mismo, o al menos siento un gran deseo de amarte.
Ya que Tú mismo me has dado este deseo, concédeme también la fuerza para amarte sin medida.

Es justo que yo, que tanto te he ofendido, te ame mucho.
Recuérdame siempre el amor que me has tenido, para que mi alma arda continuamente en tu amor y anhele agradarte solo a Ti.
Oh Dios de amor, yo, que antes fui esclavo del infierno, ahora me entrego por completo a Ti.
Dígnate aceptarme y átame a Ti con los lazos de tu amor.
Jesús mío, desde hoy y para siempre, viviendo en tu amor viviré, y en tu amor moriré.

Oh María, Madre mía y mi esperanza, ayúdame a amar a tu amado Dios y mío.
Este es el único favor que te pido, y por tu intercesión espero obtenerlo.
Amén.

Día 6: La misericordia de Dios revelada en su venida del cielo para salvarnos

Comenzar con la oración inicial para todos los días.

Meditación

San Pablo dice: “La bondad y la benignidad de Dios, nuestro Salvador, se han manifestado”. Cuando el Hijo de Dios hecho hombre apareció en la tierra, entonces se vio cuán grande es la bondad de Dios hacia nosotros. San Bernardo dice que primero el poder de Dios se manifestó en la creación del mundo y su sabiduría en su conservación, pero su misericordiosa bondad se manifestó especialmente después, al asumir Él mismo la naturaleza humana para salvar a la humanidad caída mediante sus sufrimientos y su muerte. Porque ¿qué mayor prueba de su amor hacia nosotros pudo darnos el Hijo de Dios, que asumir Él mismo el castigo que nosotros habíamos merecido?

Míralo como un débil recién nacido, envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Incapaz de moverse o alimentarse por sí mismo, necesita que María le dé un poco de leche para sostener su vida.

O míralo nuevamente en el atrio de Pilato, atado fuertemente a una columna y allí flagelado de pies a cabeza. Contempla cómo va camino al Calvario, cayendo por la debilidad bajo el peso de la cruz que debe cargar. Finalmente, míralo clavado en ese madero de ignominia, en el cual exhala su último aliento entre el dolor y la angustia.

Porque Jesucristo quiso que su amor por nosotros conquistara completamente el amor de nuestros corazones para Él, no quiso enviar a un ángel para redimirnos, sino que eligió venir Él mismo, para salvarnos mediante su Pasión y su muerte. Si un ángel hubiera sido nuestro redentor, los hombres habrían tenido que dividir su corazón entre amar a Dios como Creador y a un ángel como redentor; pero Dios, que desea el corazón entero del hombre, quiso, siendo ya nuestro Creador, ser también nuestro Redentor.

Oración

¡Oh mi amado Redentor! ¿Dónde estaría ahora si no hubieras tenido tanta paciencia conmigo, y me hubieras llamado de esta vida cuando aún estaba en pecado? Ya que me has esperado hasta hoy, perdóname pronto, oh Jesús mío, antes de que la muerte me encuentre todavía culpable de tantas ofensas que he cometido contra Ti. Me duele tanto haber Te despreciado tan miserablemente, a Ti, mi Sumo Bien, que podría morir de pena. Pero Tú no puedes abandonar a un alma que te busca.

Si hasta ahora te he abandonado, hoy te busco y te amo. Sí, Dios mío, te amo por encima de todas las cosas; te amo más que a mí mismo. Ayúdame, Señor, a amarte siempre durante el resto de mi vida. Nada más te pido. Pero esto te suplico, esto espero recibir de Ti.

María, esperanza mía, ruega por mí. Si tú ruegas por mí, tengo segura la gracia. Amén.

Día 7: La huida del Niño Jesús a Egipto

Comenzar con la oración inicial para todos los días.

Meditación

Aunque el Hijo de Dios vino del cielo para salvar a los hombres, apenas nació, los hombres comenzaron a perseguirlo hasta la muerte. Herodes, temiendo que este Niño lo privara de su reino, intenta destruir su vida. Pero san José es advertido por un ángel en sueños para que tome al Niño y a su Madre y huya a Egipto. José obedece de inmediato y se lo comunica a María.

Toma las pocas herramientas de su oficio, para poder usarlas en Egipto y así ganarse el sustento para él y su humilde familia. María prepara un pequeño bulto con algunas ropas para su pequeño Hijo y, acercándose al pesebre, dice con lágrimas en los ojos a su Niño dormido: “¡Oh, Hijo mío y Dios mío! Has venido del cielo para salvar a los hombres; pero apenas has nacido, ya buscan quitarte la vida”. Mientras lo levanta en sus brazos y continúa llorando, parte esa misma noche junto con José rumbo a Egipto.

Consideremos cuánto habrán sufrido estos santos viajeros al emprender un camino tan largo, privados de todo consuelo. El divino Niño aún no podía caminar, de modo que María y José debían turnarse para llevarlo en brazos. Durante su trayecto por el desierto hacia Egipto tuvieron que pasar muchas noches al aire libre, usando la tierra desnuda como cama. El frío hace llorar al Niño, y María y José lloran de compasión por Él. Y ¿quién no lloraría al ver así al Hijo de Dios pobre y perseguido, fugitivo en la tierra para no ser asesinado por sus enemigos?

Oración

Dulce Niño Jesús, que lloras tan amargamente: bien tienes motivo para llorar al verte perseguido por los hombres a quienes tanto amas. Yo también, oh Dios, te he perseguido una vez con mis pecados. Pero Tú sabes que ahora te amo más que a mí mismo, y que nada me hiere más que recordar que tantas veces te he despreciado, a Ti, mi soberano Bien.

Perdóname, oh Jesús, y permite que te lleve conmigo en mi corazón durante todo el camino que aún me queda por recorrer en esta vida, para que, junto a Ti, pueda entrar en la eternidad. Tantas veces te he expulsado de mi alma con mis pecados; pero ahora te amo por encima de todas las cosas, y lamento más que cualquier otra desgracia haber Te ofendido. No quiero separarme nunca más de Ti, Señor amado; pero dame Tú la fuerza para resistir las tentaciones. No permitas jamás que vuelva a alejarme de Ti. Haz que antes muera, a que vuelva a perder tu santa gracia.

Oh María, esperanza mía, haz que viva siempre en el amor de Dios y muera amándolo. Amén.

Día 8: La vida del Niño Jesús en Egipto y en Nazaret

Comenzar con la oración inicial para todos los días.

Meditación

Nuestro bendito Redentor pasó la primera parte de su infancia en Egipto, viviendo allí durante varios años una vida de pobreza y humillación. En aquella tierra, José y María eran extranjeros y forasteros, sin parientes ni amigos. Apenas podían ganarse el pan de cada día con el trabajo de sus manos. Su hogar era pobre, su cama era pobre, su comida era pobre.

Allí María destetó a Jesús; mojando un pedazo de pan en agua, lo acercaba a la sagrada boca de su Hijo. Allí confeccionó sus primeras pequeñas prendas y se las ponía. Allí el Niño Jesús dio sus primeros pasos, tropezando y cayendo como hacen otros niños al empezar a caminar. Allí también pronunció sus primeras palabras, aunque balbuceando.

¡Oh maravilla de maravillas! ¿Hasta dónde no se ha rebajado Dios por amor a nosotros? ¡Un Dios tropezando y cayendo al caminar! ¡Un Dios balbuceando al hablar!

No muy distinta fue la vida pobre y humilde que Jesús llevó en Nazaret después de su regreso de Egipto. Allí, hasta cumplir treinta años, vivió como un sencillo sirviente o artesano en un taller de carpintería, obedeciendo las órdenes de José y María. “Y les estaba sujeto.” Jesús iba a buscar agua; abría y cerraba el taller; barría la casa, recogía los restos de madera para el fuego y trabajaba todo el día ayudando a José en su oficio.

¿Y quién es éste? ¡El mismo Dios, sirviendo como aprendiz! El Dios omnipotente, que con menos que un gesto creó el universo entero, aquí trabajando con sudor en la tarea de alisar un trozo de madera. ¿No debería bastar este solo pensamiento para movernos a amarlo?

Oración

¡Oh Jesús, mi Salvador! Cuando considero que, por amor a mí, pasaste treinta años de tu vida oculto y desconocido en un pobre taller, ¿cómo puedo yo desear los placeres, los honores y las riquezas del mundo? Renuncio gustosamente a todas esas cosas, pues deseo ser tu compañero en esta tierra: pobre como Tú fuiste, mortificado y humilde como Tú fuiste, para poder esperar gozar un día de tu compañía en el cielo. ¿Qué valen todos los tesoros y reinos de este mundo? ¡Tú, oh Jesús, eres mi único tesoro, mi único Bien!

Lamento profundamente las muchas veces que en el pasado desprecié tu amistad para satisfacer mis caprichos insensatos. Me arrepiento de ellos con todo mi corazón. En lo adelante, preferiría perder la vida mil veces antes que perder tu gracia por el pecado. Deseo no volver a ofenderte jamás, sino amarte siempre. Ayúdame a permanecer fiel a Ti hasta la muerte.

Oh María, refugio de los pecadores, tú eres mi esperanza. Amén.

Día 9: El Nacimiento de Jesús en el Establo de Belén

Comenzar con la oración inicial para todos los días.

Meditación

Cuando el emperador de Roma publicó el edicto ordenando que todos debían ir a su propia ciudad para empadronarse, José y María fueron a inscribirse en Belén. ¡Cuánto debió sufrir la Santísima Virgen en aquel viaje de cuatro días, por caminos montañosos y en pleno invierno, con lluvia fría y viento!

Cuando llegaron a Belén, el momento del parto de María estaba cerca. José entonces buscó algún lugar donde ella pudiera dar a luz a su Niño. Pero, por ser tan pobres, fueron rechazados de las casas y hasta del mesón, donde incluso otros pobres habían encontrado refugio.

Así, aquella noche se alejaron un poco del pueblo y encontraron una cueva que se usaba como establo; allí entró María. Pero José le dijo a su esposa virginal:
“María, ¿cómo podrás pasar la noche en esta cueva fría y húmeda, y dar aquí a luz a tu Niño?” María, sin embargo, respondió: “Querido José, esta cueva es el palacio real en el que el Rey de reyes, el Hijo de Dios, desea nacer.”

Cuando llegó la hora del parto, la santa Virgen, mientras estaba arrodillada en oración, vio de pronto la cueva llena de una luz deslumbrante. Bajó los ojos hacia el suelo y allí vio delante de sí al Hijo de Dios ya nacido en la tierra, un pequeño y pobre Niño, que lloraba y temblaba de frío. Adorándolo como su Dios, lo tomó en sus brazos y lo estrechó contra su pecho. Luego lo envolvió en pañales y lo acostó sobre la paja del pesebre que allí había. Así quiso nacer entre nosotros el Hijo de Dios, para demostrar su amor infinito hacia nosotros.

Oración

¡Oh adorable Niño Jesús! No tendría la audacia de postrarme a tus pies si no supiera que Tú mismo me invitas a acercarme. Fui yo quien, con mis pecados, te hizo derramar tantas lágrimas en el establo de Belén. Pero ya que has venido a la tierra para perdonar a los pecadores arrepentidos, perdóname también a mí, ahora que me duele de corazón haberte despreciado, a Ti que eres mi Salvador y mi Dios, tan bueno y que tanto me has amado.

En esta noche, en la que derramas grandes gracias sobre tantas almas, concede también tu divina consolación a esta pobre alma mía. Todo lo que te pido es la gracia de amarte siempre, desde hoy y para siempre, con todo mi corazón. Enciéndeme por completo con tu santo amor. Te amo, oh Dios mío, que te has hecho Niño por amor a mí. No permitas que deje jamás de amarte más y más.

Oh María, Madre de Jesús y mi Madre, tú puedes obtenerlo todo de tu Hijo con tus oraciones. Este es el único favor que te pido:
Ruega a Jesús por mí. Amén.

Para sacar el máximo provecho de la novena de navidad, no basta con repetir las oraciones.  Es importante vivirla con un corazón abierto a escuchar la voz del Señor. 

Puedes enriquecerla si:

  • Imitas cada día las virtudes de la sagrada familia.
  • Acompañas la oración con actos concretos de caridad, como ayudar a alguien que esté pasando necesidad.
  • Ofreces cada día de la novena de Navidad con una intención clara, pero siempre dispuesto a aceptar la voluntad de Dios con paz y confianza.
  • Te unes, aunque sea espiritualmente, a otros devotos, recordando que las novenas son una oración comunitaria que fortalece la fe de la Iglesia.

También, te recomendamos que aproveches para asistir a la Santa Misa, confesarte y comulgar. Recuerda que la mejor y más completa forma de oración es la Santa Misa, en la que podemos ofrecer a Dios nuestras plegarias y sacrificios para preparar nuestros corazones durante la novena de Navidad.

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¿Quieres vivir el final del Adviento con devoción? Además de la novena de Navidad, echa un vistazo a estos artículos que podrán ayudarte:

Virgen de la Dulce Espera: 5 Oraciones: Contemplemos a Nuestra Santísima Madre en el final de su embarazo, ya pronta a dar a luz al Salvador.

El Significado del Árbol de Navidad: Descubre el simbolismo cristiano detrás del árbol de Navidad. 

5 Hermosas Oraciones al Divino Niño Jesús: Medita el misterio de la infancia del Señor y pide sus gracias con estas oraciones. 

¿Cuándo empieza la Novena de Navidad?

La Novena de Navidad comienza el 16 de diciembre y se reza durante nueve días consecutivos, culminando el 24 de diciembre, en vísperas de la Nochebuena.

¿Cómo se reza la Novena de Navidad?

Se reza dedicando cada día a una meditación, una lectura espiritual y oraciones propias de la novena. Puede hacerse en familia, en comunidad o de manera personal. Lo más importante es mantener un espíritu de recogimiento, preparación y esperanza ante el nacimiento del Señor.

¿Qué oraciones lleva la Novena de Navidad?

Dependiendo de la novena de Navidad que se rece, suele incluir:

  • Oración inicial

  • Consideración o “pensamiento” del día

  • Oración final

  • Villancicos o cantos breves

  • Intenciones personales

  • Algunas versionesde la novena de Navidad incluyen también oraciones al Niño Jesús, a la Virgen y a San José.

¿Cuál es el sentido de la Novena de Navidad?

El sentido principal es preparar el corazón para celebrar el nacimiento de Jesús. Durante nueve días, los fieles contemplan la humildad del pesebre, la obediencia de María y la entrega de José, y piden la gracia de recibir al Salvador con fe viva y amor renovado.

¿Es obligatorio rezar la Novena de Navidad?

No es obligatoria, pero la Iglesia la recomienda como una práctica piadosa que ayuda a vivir más intensamente el tiempo de Adviento y a disponerse mejor para la Navidad.

¿Puedo ofrecer la novena por una intención especial?

Sí. Muchos fieles rezan la novena ofreciendo cada día por una intención particular, como una necesidad familiar, una conversión, un agradecimiento o la paz del mundo. La novena es un momento privilegiado para presentar al Niño Jesús las súplicas del corazón.