Comulgar es el acto más sublime al que podemos aspirar en esta tierra. En la Eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo ¡El Hijo de Dios desciende del Cielo para habitar en nuestras almas! San Pedro Eymard afirmaba:
«La Eucaristía es la prueba suprema del amor de Jesús. Después de esto no existe nada, más que el Cielo mismo».
El Señor nos invita con urgencia a recibirle, porque anhela darnos la verdadera vida, la eterna, en donde estaremos para siempre junto a Él:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6, 53).
Jesús quiere que lo recibamos cuantas veces sea posible. Por cada Comunión podemos recibir abundantes gracias. Sin embargo, la plenitud de las gracias depende de las disposiciones para comulgar con las que nos acercamos.
Si te preguntas cómo comulgar bien, debes saber que esta preparación para la Comunión debe ser integral. La Iglesia nos pide que cumplamos ciertas condiciones para comulgar esenciales.
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Disposiciones para Comulgar
1. Estar bautizados
La primera e indispensable condición para comulgar es estar bautizado en la Iglesia Católica. El Bautismo es la puerta de entrada a la vida sacramental, la que nos incorpora a Cristo y nos hace miembros de Su Iglesia. Solo por este sacramento podemos recibir los demás.
La Eucaristía es el sacramento que corona la iniciación cristiana. Por eso, solo quienes ya han sido bautizados pueden recibir la Comunión: porque antes de unirse íntimamente a Cristo en la mesa eucarística, es necesario haber nacido a la vida nueva de la gracia mediante el Bautismo.
En palabras sencillas: sin Bautismo no hay Comunión, porque aún no existe esa pertenencia a Cristo que hace posible recibirlo sacramentalmente.
2. Estar en gracia de Dios
En primer lugar, es esencial estar en gracia de Dios. Si se comulga en pecado mortal, se comete un pecado mucho más grave, que es el sacrilegio. San Pablo advertía:
si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación. (1 Cor 11, 29)
Quien tiene conciencia de pecado grave debe recibir el Sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar. En caso de que se encuentre viviendo en pecado, debe regularizar su situación, abandonando por completo el pecado, arrepentirse y hacer el firme propósito de no volver a esa vida. Luego, confesarse y, con la absolución recibida, comulgar. El sacerdote no puede absolver a quien no está dispuesto a abandonar su vida de pecado porque eso indica que no hay arrepentimiento, condición necesaria para recibir el perdón.
Si comulgamos con el alma limpia de pecado mortal, se acrecienta la gracia. Todo esto es posible porque se recibe a Cristo mismo, que es el autor de la gracia.
Los pecados veniales no son un impedimento para recibir la Eucaristía. Ahora bien, es conveniente tomar conciencia de ellos, arrepentirse y hacer un firme propósito de luchar contra nuestros vicios y malas inclinaciones. Si es a Cristo al que vamos a recibir, debemos tener la delicadeza de estar lo más limpios posible, de preparar nuestro corazón para que lo hospede ¿Quién de nosotros recibiría a un rey que viene de visita con la casa sucia? ¿Por qué no podemos comportarnos del mismo modo con el Señor, que quiere que seamos sus sagrarios vivientes?
3. Saber a Quién recibimos
La gracia puede fructificar si somos plenamente conscientes de a quién vamos a recibir. Muchas personas comulgan sin creer que Jesucristo está realmente presente en el Santísimo Sacramento. ¿Cómo podrá obrar el Señor en sus almas si no tienen fe? Es esencial que nos formemos, meditemos en oración sobre este misterio, que dimensionemos que estamos recibiendo a Cristo mismo, que pidamos una fe firme.
Así como Jesús pedía la fe para curar a los enfermos, expulsar demonios o resucitar muertos, del mismo modo Él necesita nuestra fe, que le abramos el corazón para obrar en él, para que sus gracias se multipliquen en frutos abundantes en nuestras almas. Jesús no nos obliga a creer, pero necesita nuestro consentimiento para santificarnos.
En momentos en los que dudemos de su presencia real o que dudemos de su poder para obrar en nuestras vidas y ayudarnos a crecer en virtud y santidad, podemos rezar esta misma jaculatoria, que rezó el padre de un niño poseído, que le pidió que curara a su hijo:
¡Oh Seńor! yo creo; ayuda Tú mi incredulidad, fortalece mi confianza. (Mt 9, 24)
A medida que crecemos en conocimiento de la misericordia que el Señor nos ha mostrado en la Eucaristía, creceremos en asombro por sus obras y en amor. Santo Tomás de Aquino enseñaba:
«La Eucaristía es el Sacramento de Amor: significa Amor, produce Amor».
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4. Comulgar con devoción y recta intención
En tercer lugar, debemos comulgar con recta intención. Esto quiere decir que comulgamos porque deseamos unirnos a Cristo, por amor a Él, por dar gloria y agradar a Dios Padre.
Tengamos cuidado con las comuniones por rutina, vanidad, compromiso. Muchas almas que se acostumbran a recibir a Jesús así terminan perdiendo la fe en la Eucaristía y dejan de comulgar. Si notamos que nuestro corazón se enfría, hagamos un acto de amor y rectifiquemos nuestra intención. No dejemos de comulgar, por el contrario, corrijamos el rumbo del corazón.
Santa Teresa de Jesús recordaba:
«No es con el fin de ocupar un ciborio dorado que Jesús viene todos los días desde el Cielo, sino que es para encontrar otro cielo, es decir, nuestras almas, en las que Él se pueda deleitar».
Ayuda mucho a predisponer el alma para comulgar, el hacerlo con devoción, esto es que nuestra predisposición interior se refleje en nuestro exterior. No solo comulguemos con reverencia del cuerpo, sino también con el corazón rendido a la voluntad de Dios y dispuesto a entregarnos por completo a Él, para que obre en nosotros. Démosle el espacio para que la gracia dé fruto.
5. Preparar el cuerpo
La preparación para la Comunión también es física, dado que somos una unidad de cuerpo y alma. La Iglesia pide a los fieles guardar un ayuno de al menos una hora antes de comulgar. Esto significa no ingerir ningún tipo de comida ni bebida en ese lapso, con la excepción de agua y medicamentos.
Este signo nos recuerda que la Eucaristía es un alimento distinto de todos los demás, el Pan de Vida, y que recibirlo requiere de una actitud de espera y de hambre espiritual.
Por otro lado, si asistimos al banquete de bodas del Cordero (que es nuestra boda, porque nos unimos a Él por la Comunión) debemos vestirnos acordes a la ocasión. La Iglesia invita a vestirnos con respeto y decoro, como signo exterior de la dignidad del sacramento que celebramos.
No se trata de usar ropa costosa ni elegante, sino de elegir un atuendo sencillo, limpio y pudoroso, que refleje reverencia y recogimiento. Así como nos arreglamos para recibir a una persona importante, también nuestro modo de vestir manifiesta que estamos entrando en la casa de Dios y que vamos a recibir a Cristo en la Comunión.
En pocas palabras: el respeto exterior prepara y educa al corazón para la adoración interior.
San José María Escrivá de Balaguer enseñaba:
¿Has pensado en alguna ocasión cómo te prepararías para recibir al Señor, si se pudiera comulgar una sola vez en la vida? »—Agradezcamos a Dios la facilidad que tenemos para acercarnos a Él, pero… hemos de agradecérselo preparándonos muy bien, para recibirle.
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6. Pensar con frecuencia en la Eucaristía durante el día
Organizar nuestra rutina diaria para darle a la Eucaristía la prioridad que merece ayuda muchísimo en nuestra preparación para la Comunión.
Aquí te dejamos algunos consejos prácticos:
- Detente en momentos del día y recuerda que vas a recibir a Jesús. Pídele a la Santísima Virgen que prepare tu corazón y suplica a tu ángel guardián que te ayude a entrar en la presencia de Dios y a permanecer en ella. Guarda el corazón del ruido del mundo moderno que te distrae.
- Priorizar la Misa: Haz de la Misa tu prioridad diaria. San José de Cotolengo replicaba a quienes objetaban no tener tiempo:
«¡Malos Manejos! ¡Mala economía de tiempo!».
- Llegar con Tiempo: Es fundamental llegar a la iglesia unos minutos antes para terminar de preparar tu corazón. San Agustín decía que
«Todos los pasos que uno da al ir y oír una Santa Misa, son contados por un ángel».
-
Meditar las Lecturas: Buscar y meditar las lecturas del día con antelación ayuda a que la Palabra de Dios hable directamente a tu corazón y puedas vivir mejor toda la celebración eucarística.
7. Rezar antes de Comulgar
El último paso esencial de las disposiciones para comulgar es la oración inmediata. Tómate tu tiempo para rezar antes de acercarte al altar o mientras vas avanzando en la fila de la Comunión. San Pedro Julián Eymard enseñaba un método muy práctico para rezar en este momento:
- Alaba a Dios Padre por haber enviado a su Hijo nuevamente al mundo en la Eucaristía.
- Dale gracias a Jesús por hacerse presente en el Santísimo Sacramento.
- Pídele perdón por las veces que lo has recibido con mala predisposición.
- Suplícale la gracia de recibirlo con santo amor, fervor y devoción.
Este modo de rezar encenderá tu corazón en deseos de Jesús y agradará muchísimo al Señor.
Oraciones de preparación para la Comunión
Si no sabes cómo rezar antes de comulgar, te compartimos dos oraciones escritas por grandes santos.
1. Oración de Santo Tomás de Aquino
Aquí me llego, todopoderoso y eterno Dios, al sacramento de vuestro unigénito Hijo mi Señor Jesucristo, como enfermo al médico de la vida, como manchado a la fuente de misericordias, como ciego a la luz de la claridad eterna, como pobre y desvalido al Señor de los cielos y tierra.
Ruego, pues, a vuestra infinita bondad y misericordia, tengáis por bien sanar mi enfermedad, limpiar mi suciedad, alumbrar mi ceguedad, enriquecer mi pobreza y vestir mi desnudez, para que así pueda yo recibir el Pan de los Angeles, al Rey de los Reyes, al Señor de los señores, con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y devoción, con tal fe y tal pureza, y con tal propósito e intención, cual conviene para la salud de mi alma.
Dame, Señor, que reciba yo, no sólo el sacramento del Sacratísimo Cuerpo y Sangre, sino también la virtud y gracia del sacramento !Oh benignísimo Dios!, concededme que albergue yo en mi corazón de tal modo el Cuerpo de vuestro unigénito Hijo, nuestro Señor Jesucristo, Cuerpo adorable que tomó de la Virgen María, que merezca incorporarme a su Cuerpo místico, y contarme como a uno de sus miembros.
¡Oh piadosísimo Padre!, otorgadme que este unigénito Hijo vuestro, al cual deseo ahora recibir encubierto y debajo del velo en esta vida, merezca yo verle para siempre, descubierto y sin velo, en la otra. El cual con Vos vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
2. Oración de San Ambrosio de Milán
Señor mío Jesucristo, yo pecador indigno, confiando en tu misericordia y
bondad, vengo a tomar parte en este Banquete Santísimo del Altar.Reconozco que tanto mi corazón como mi mente están manchados con muchos
pecados; y, que mi cuerpo y mi lengua no han sido guardados cuidadosamente.
Por lo cual, Dios adorable, yo miserable pecador, en medio de tantas angustias
y peligros, recurro a Ti que eres fuente de misericordia, ya que me es imposible
excusarme ante tu mirada de Juez irritado. Deseo vivamente obtener tu perdón,
ya que eres mi Redentor y Salvador.A Ti Señor presento mis debilidades y pecados para que me perdones.
Reconozco que Te he ofendido frecuentemente. Por eso me humillo y me
arrepiento y espero en tu misericordia infinita.Olvida mis culpas y no me castigues como merecen mis pecados. Perdóname,
Tú que eres la misma bondad.Amén.
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Templos de Dios
Recuerda, cada vez que comulgas, te conviertes en un sagrario andante. Tienes a Jesús en tu corazón y puedes llevarlo adonde quieras. Por ello, prepara tu alma para que sea una morada hermosa para el Hijo del Dios Altísimo, que tanto sufrió por tu salvación.
Sigue el consejo de San José María y tu preparación para comulgar transformará tu modo de comulgar:
Hemos de recibir al Señor, en la Eucaristía, como a los grandes de la tierra, ¡mejor!: con adornos, luces, trajes nuevos… Y si me preguntas qué limpieza, qué adornos y qué luces has de tener, te contestaré: limpieza en tus sentidos, uno por uno; adorno en tus potencias, una por una; luz en toda tu alma.
¿Qué significa comulgar en la Iglesia Católica?
Comulgar significa recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino consagrados en la Misa.
¿Cuáles son las condiciones para comulgar?
La Iglesia señala estas disposiciones principales:
-
Estar bautizado y haber hecho la Primera Comunión.
-
Estar en estado de gracia, sin pecado mortal.
-
Haber guardado el ayuno eucarístico (una hora sin comer ni beber, excepto agua o medicinas).
-
Tener conciencia de a Quién recibimos, respeto y devoción interior y exterior (oración, recogimiento, vestimenta adecuada).
¿Cuáles son los pecados que impiden comulgar?
Los pecados mortales impiden recibir la Comunión. Algunos ejemplos son: faltar a Misa los domingos sin causa grave, vivir en concubinato o adulterio, abortar o guardar odio sin intención de reconciliarse. Quien tiene conciencia de pecado mortal debe confesarse antes de comulgar, arrepentirse de su pecado y dejar de cometerlo.
¿Quién puede comulgar en la Iglesia Católica?
Puede comulgar todo aquel que sea católico bautizado, haya recibido la Primera Comunión y se encuentre en estado de gracia. Los no bautizados, los cristianos de otras confesiones y quienes estén en pecado mortal no pueden comulgar hasta estar debidamente preparados o reconciliados con Dios mediante la confesión.
¿Qué se dice cuando se comulga?
Cuando el ministro dice “El Cuerpo de Cristo”, el fiel responde: “Amén”, que significa “así es, lo creo”. Es una afirmación de fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
¿Por qué debemos comulgar?
Porque la Eucaristía es el alimento del alma. Nos une a Cristo, perdona los pecados veniales, fortalece contra la tentación, acrecienta la gracia y nos da fuerza para vivir como verdaderos discípulos. Jesús mismo dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (Jn 6,54). La Eucaristía nos lleva al Cielo.