La fiesta del Corpus Christi, «el Cuerpo de Cristo», se celebra el jueves después del Domingo de la Santísima Trinidad, 60 días después de Pascua, o, en los países donde no es un día santo de obligación, el domingo siguiente.
Este día festivo es un momento para reflexionar sobre la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino que recibimos cada Misa. Al honrarlo, recordemos que Jesús está verdaderamente presente en la Eucaristía. No es solo un símbolo o un recuerdo; es Él, en cuerpo, sangre, alma, y divinidad. Este misterio va más allá de nuestro entendimiento.
¿Cómo surgió la fiesta?
El orígen de la fiesta son dos milagros eucarísticos separados. Estos milagros son momentos de intervención divina que confirman la fe en la Presencia Real del Cuerpo y Sangre de Jesús en la Eucaristía. Ellos fueron: la visión de Santa Juliana de Monte Cornillon y el Milagro de Bolsena.
La Visión de Santa Juliana de Monte Cornillon
Santa Juliana de Monte Cornillon (1222-1258) tuvo una visión de la Iglesia bajo la apariencia de una luna llena que tenía una mancha oscura. Cristo le mostró durante la visión que la luna representaba a la Iglesia en ese momento y la mancha negra simbolizaba el hecho de que faltaba una gran fiesta en honor del Santísimo Sacramento en el calendario litúrgico. Ella confesó esta visión al Obispo Robert de Thorete, entonces Obispo de Lieja, y a Jacques Pantaléon, quien más tarde se convirtió en el Papa Urbano IV. El obispo Robert decidió convocar un sínodo en 1246 que autorizó la celebración de una fiesta dedicada a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento – Corpus Christi – que se celebraría en la diócesis al año siguiente.
El Milagro de Bolsena
Unos años mas adelante, el Padre Pietro da Praga se había vuelto tibio en su fe y comenzó a dudar de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Un día en 1263, mientras celebraba la Misa en la Iglesia de Santa Cristina en Bolsena, la preciosa Sangre de Nuestro Señor fluyó de la Hostia en el momento de la fracción del pan, cubriendo el altar, el corporal y el suelo. El Papa Urbano IV, que residía en Orvieto en ese momento, ordenó que el precioso paño, cubierto con la preciosa Sangre, fuera llevado a la Iglesia de Santa María en Orvieto, donde todavía se venera hoy en día. En 1264 publicó la Bula “Transiturus de hoc mundo”, en la que ordenó la celebración anual de la Solemnidad del Corpus Christi, en la Iglesia universal.
En la Última Cena, Jesús se entregó desinteresadamente por nosotros. Así como un buen amigo quiere seguir estando presente cuando se debe ir, lo mismo quiere Jesús. Él nos dejó su propio cuerpo y sangre como recuerdo de Sí mismo.
La Eucaristía es el regalo más precioso que nos ha dejado. Su Cuerpo Vivo nos llama a imitar este amor de entrega en nuestras vidas y a estar ahí para los demás. Así como Él nos dio la Eucaristía para permanecer presente en nuestras vidas, nosotros también estamos llamados a estar presentes para los demás. Además, la Eucaristía nos recuerda nuestra unidad como Cuerpo de Cristo. Jesús es la Cabeza de la Iglesia y nosotros somos su cuerpo. Cuando recibimos la comunión, todos formamos una unión de hermanos que anhelan vivir como Cristo lo hizo.
Te invito a acercarte a la Eucaristía con reverencia y gratitud, consciente del increíble regalo que es. Al llevar Su presencia dentro de nosotros, reflejemos el amor y la misericordia de Cristo a todos los que encontramos. Que siempre atesoremos y busquemos comprender el misterio de la Santa Eucaristía a lo largo de nuestras vidas.