Cómo dar Gloria a Dios en la Misa: 4 ideas esenciales

por | Vida espiritual

La Santa Misa es el momento más sublime para alabar y dar Gloria a Dios. Es en este acto litúrgico donde los fieles se unen al sacrificio redentor de Cristo, ofreciendo a Dios Padre homenaje de adoración y glorificación. La liturgia nos enseña que la alabanza no es solo una acción exterior, sino una entrega total del corazón, el alma y la mente a nuestro Creador. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica, “la Eucaristía es sacrificio de alabanza” (CIC, 1359).

En este artículo exploraremos cómo dar gloria a Dios durante la Misa, profundizando en las oraciones de Misa que expresan esta alabanza y ofreciendo consejos para participar más plenamente en este acto de adoración.

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¿En qué Oraciones de la Santa Misa damos Gloria a Dios?

La Misa está llena de momentos en los que los fieles alaban y dan Gloria a Dios. Estas oraciones no solo son palabras, sino expresiones de la entrega de toda la Iglesia al Señor.

1. El «Gloria»

Una de las oraciones más evidentes de alabanza es el «Gloria in Excelsis Deo». Esta oración, tomada del canto de los ángeles en la Natividad de Cristo, es un himno de alabanza dirigido a la Santísima Trinidad. Proclamamos: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Esta oración, recitada o cantada, es una declaración de que Dios merece toda gloria y honor por su grandeza y misericordia.

Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos,

te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias,

Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.

Señor, Hijo único, Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;

tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros,
tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.

Amén. 

2. El «Santo»

El «Santo, Santo, Santo es el Señor” es otro momento clave de alabanza. En esta oración, nos unimos a los coros celestiales para proclamar la santidad y dar Gloria a Dios. Como lo expresa el Catecismo, «la Eucaristía une el cielo y la tierra» (CIC, 1352), y en este momento, participamos del himno eterno de los ángeles.

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria,
Hosanna en el cielo, hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor
Hosanna en el cielo, hosanna en el cielo.

3. El Prefacio

El prefacio de la Plegaria Eucarística es una oración que exalta las maravillas de Dios. Con frecuencia, se mencionan los motivos por los que damos gracias, alabanza, y Gloria a Dios: la creación, la redención y la santificación. En estas palabras, reconocemos la bondad y la grandeza de Dios, uniéndonos a la Iglesia universal.

El prefacio cuenta con cuatro partes.

a. Es siempre igual y vincula a la comunidad (T) a la oración del sacerdote (S):

S: El Señor esté con vosotros.

T: Y con tu espíritu.

S: Levantemos el corazón.

T: Lo tenemos levantado hacia el Señor.

S: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

T: Es justo y necesario.

b. La oración que se eleva al Padre comienza con las palabras finales del pueblo: “es justo y necesario”. Con algunas variaciones, esta plegaria recoge las intenciones de la Iglesia y las dirige al Padre celestial:

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación

darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,

Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro.

c. La parte central, que varía ampliamente en sus contenidos de acuerdo al día y la fiesta. Ésta proclama los motivos por los cual se da gracias y Gloria a Dios, que se centran siempre en la obra de la creación y el acto de la redención:

Opcion para Adviento:

Él vino por primera vez en la humildad de nuestra carne

para realizar el plan de redención trazado desde antiguo,

y nos abrió el camino de la salvación;

para que, cuando venga por segunda vez en el

esplendor de su grandeza, podamos recibir los bienes prometidos

que ahora aguardamos en vigilante espera.

Opción para tiempo ordinario:

Él mismo, por su misterio pascual,

realizó la obra maravillosa de llamarnos del pecado

y de la muerte a la gloria de constituir una raza elegida,

un reino sacerdotal, una nación santa, un pueblo de su propiedad,

para que, llevados de las tinieblas a tu luz admirable,

proclamemos ante el mundo tus maravillas.

d. Esta parte es un prólogo del «Santo» que le sigue, y une la oración eucarística de la Iglesia terrena con aquella de los ángeles y arcángeles:

Por eso, con los ángeles y arcángeles,

y con todos los coros celestiales,

cantamos sin cesar el himno de tu gloria.

4. La Doxología Final

La doxología final es el punto culminante de la Plegaria Eucarística y un momento profundamente significativo de la liturgia. En este instante, el sacerdote, eleva el cáliz y la patena con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y proclama estas palabras. Estas, sintetizan la esencia de la Misa como un acto de alabanza y glorificación dirigido al Padre, realizado por medio del Hijo y en el Espíritu Santo:

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente,

en la unidad del Espíritu Santo,

todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

Amén

Cómo aprovechar mejor la Santa Misa para dar mayor gloria a Dios

La alabanza a Dios en la Misa no debe limitarse a un acto externo o rutinario. Para glorificar verdaderamente a Dios, es esencial participar con corazón sincero y mente enfocada. A continuación, algunos consejos para vivir este aspecto de la liturgia más plenamente y dar mayor Gloria a Dios:

1. Ofrecerle a Dios Nuestro Tiempo

Puede sucederte que te parezca que hay otros asuntos urgentes o otras actividades importantes (o MUY importantes) a la misma hora que la Misa. Ahi tienes la primera oportunidad para ser generoso, poner a Dios en primer lugar, y confiar en su omnipotencia.

Seguramente has experimentado que si postergas las demás cosas para poder participar de la Santa Misa, ocurren milagros de todo tipo que terminan haciendo que el tiempo te rinda más, o suceden logros que jamás podrías haber logrado tu mismo en ese tiempo.  Si no te han sucedido aún, prioriza varias veces ir a Misa y pronto lo experimentarás!

El Señor no se deja ganar en generosidad! Bríndale tu tiempo y tu corazón, que es lo único que le interesa. El resto ya lo tiene, no necesita nada más.

2. Preparación Interior

Antes de asistir a la Santa Misa, dedica un momento para preparar tu corazón. Esto puede ser leer el Evangelio del día con calma, haciendo una pequeña pausa para reflexionar qué te dice a ti, en tu situación concreta.

También puedes rezar de manera personal, hablando con Dios como lo harías con un amigo cercano, o hacer un examen de conciencia, pidiéndole al Espíritu Santo que ilumine lo que necesitas mejorar. Llegar con un corazón dispuesto hará que vivas la liturgia de una manera más profunda, más entregada, y que realmente puedas dar Gloria a Dios con todo tu ser.

Si llegas 5 minutos antes de que comience la Santa Misa y los dedicas a arrodillarte y decirle a Dios que vienes a Misa dejando otras cosas importantes porque quieres darle Gloria, darle Gracias, pedirle Perdón y pedirle Ayuda, tu mente tendrá tiempo para entrar en sintonía y aprovecharás la Santa Misa mucho más!

3. Participación Activa

¿Sabías que el Concilio Vaticano II destacó lo importante que es participar activamente en la Misa? Esto no significa solo estar presente físicamente, sino también con el corazón y la mente despiertos. Implica escuchar con atención las palabras y los gestos, responder con fe sincera, y unirse al canto y a las oraciones como una verdadera comunidad.

No estamos ahí como espectadores, sino como parte viva de la acción salvífica de Cristo, quien se entrega nuevamente por nosotros en cada Eucaristía. Participar con esta conciencia transforma todo, ¡incluso lo que llevamos de vuelta a casa!

4. Reverencia Exterior

La postura corporal también tienen su manera de hablarle a Dios. Arrodillarnos con humildad, inclinar la cabeza con reverencia, unir las manos en oración como señal de nuestra entrega… Todos estos gestos no son meras formalidades, sino expresiones externas de lo que pasa en nuestro interior.

Además, nos ayudan a enfocar el alma, a conectar con lo que realmente estamos viviendo: la presencia de Cristo. Cuando hacemos estos pequeños actos con amor y conciencia, nos encontramos rezando no solo con palabras, sino también con nuestro cuerpo.

5. Ofrecer Nuestra Propia Vida

San Pablo lo expresó de una forma preciosa: “Ofreced vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual” (Rm 12,1).

En la Santa Misa, tenemos la oportunidad única de unir todo lo que somos – nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros trabajos, nuestras luchas – al sacrificio de Cristo en el altar. No hay esfuerzo ni dolor demasiado pequeño o insignificante para Dios. Si lo pones en sus manos, Él lo transforma en una ofrenda santa, agradable y llena de significado.

Al unir nuestra vida al sacrificio de Jesús, aprendemos a vivir cada momento como un acto de adoración, entregándole todo lo que somos. ¡Así, nuestra vida entera se convierte en un culto espiritual!

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Alabar y dar Gloria a Dios en la Misa es una invitación a entrar en el misterio de su amor infinito. A través de las oraciones, gestos y disposiciones interiores, proclamamos la grandeza de nuestro Creador y Salvador. Como enseña el Catecismo, la Eucaristía es «el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia» (CIC, 1407).

Que cada Misa sea una ocasión para rendir a Dios un homenaje sincero y total. Al participar plenamente, no solo damos Gloria a Dios, sino que también permitimos que su gracia transforme nuestra vida, ayudándonos a vivir con corazones agradecidos y llenos de fe.