¿Conoces la historia de la primera mujer reconocida como doctora de la Iglesia? Santa Teresa de Jesús (también conocida como Santa Teresa de Ávila) fue monja, fundadora de los Carmelitas Descalzos, mística y escritora española. Junto con San Juan de la Cruz, es considerada una de las grandes maestras de la vida espiritual.
Quizás te preguntes: ¿qué puede enseñarme una carmelita de clausura si yo vivo en el mundo? La respuesta está en su vida misma. Santa Teresa vivió con intensidad, luchó contra sus propias debilidades (como todos) y se dejó transformar por el amor de Dios. Ese es el secreto de la santidad: dejarse amar y moldear por Él.
A continuación, compartimos cinco anécdotas impresionantes de su vida, junto con algunas reflexiones sobre la Eucaristía y oraciones que brotaron de su corazón. Ojalá que en Santa Teresa de Jesús encuentres no solo inspiración, sino también una amiga, una intercesora y una guía para dejarte transformar por el amor de Dios.
Anécdotas de Santa Teresa
Los juegos de su infancia
Santa Teresa nació en una familia profundamente cristiana. Fue la tercera de doce hijos. Sus padres eran virtuosos y muy temerosos de Dios. A su padre le encantaba leer libros piadosos. Su madre se esmeraba en enseñarle a rezar y a ser muy devota de la Santísima Virgen y de los santos.
Tenía un hermano casi de su misma edad. Con él solía leer la vida de los santos. Inspirados por el ejemplo de los mártires, que compraban muy barato el ir a gozar de Dios, deseaban morir así.
Concertábamos irnos a tierra de moros, pidiendo por amor de Dios, para que allá nos descabezasen.
Según la tradición, fueron encontrados por su tío, Francisco Álvarez de Cepeda, cuando se encontraban en la Cruz de Los Cuatro Postes y fueron llevados de vuelta a casa, donde fueron reprendidos.
Le impresionaba pensar en la vida eterna. Con su hermano solía repetir:
¡Para siempre, siempre, siempre!
Como era imposible que los martirizaran, decidieron ser ermitaños. Y, en una huerta que tenían en su casa, intentaron construir ermitas, colocando piedritas que luego se caían.
Con sus amigas, solía jugar a que eran monjas y fundaban monasterios. Desde pequeña sentía ese deseo.
El milagro de San José
En su adolescencia, Santa Teresa de Jesús perdió a su madre, y con ella comenzó también a desdibujarse la virtud que había cultivado desde niña. Se aficionó a los libros de caballerías, a los que dedicaba largas horas en lo que ella misma llamó un “vano ejercicio”. Poco a poco, empezó a buscar la vanidad: se preocupaba por los adornos, el cuidado de las manos y del cabello, y deseaba agradar a todos.
Lo que más daño le hizo fue la mala compañía, especialmente unos parientes que la introdujeron en las vanidades del mundo. Su padre, para apartarla de los peligros de esa mala vida, decidió llevarla a un convento donde se criaban seglares, cuando tenía apenas doce años.
En el internado de Santa María de Gracia, Santa Teresa vivió un fuerte combate interior que la llevó a tomar una decisión definitiva: ser religiosa. Le pareció el camino más seguro para salvarse. Sin embargo, cuando expresó su deseo de ingresar al Carmelo de La Encarnación, su padre se opuso. Santa Teresa de Ávila, decidida, se fugó de casa, aunque con mucho dolor. Tenía veinte años.
En 1537 profesó como carmelita, pero al poco tiempo cayó gravemente enferma. La familia, alarmada, la puso en manos de una curandera famosa, cuyo tratamiento empeoró su estado. Sufrió un «paroxismo» que la dejó sin sentido durante casi cuatro días, y se pensó que no sobreviviría. En un punto se la dio por muerta.
Tras una recuperación parcial —porque quedó postrada durante 3 años—, afirmó que San José la había curado. Lo tomó como abogado.
Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores de honra y pérdida de alma este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer.
Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra -que como tenía el nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar-, así en el cielo hace cuanto le pide.
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La imagen del Cristo «muy llagado»
A pesar de la milagrosa curación, Santa Teresa de Ávila continuó viviendo tibiamente, alejada de Dios. Como era muy simpática, pasaba muchas horas en el locutorio del convento, conversando con visitantes y donantes. Por eso, descuidaba su vida espiritual y la práctica de las virtudes.
A pesar de que había recibido advertencias del daño que se estaba haciendo, no se resolvía a cambiar de vida. Hasta que después de veinte años de «una guerra tan penosa» se convirtió.
Un día, al entrar en el oratorio, vio una imagen de un Cristo «muy llagado». La imagen representaba tan bien el sufrimiento de Cristo por nosotros que Santa Teresa se sintió perturbada por su ingratitud:
el corazón me parece se me partía.
Se arrojó a los pies de la imagen, suplicándole que la fortaleciera de una vez para no ofenderle más. Desde ese momento, nunca más abandonó la vida de oración y comenzó a crecer a pasos agigantados en su vida espiritual.
La Transverberación
A partir de esta conversión, el Señor comenzó a darle gracias espirituales cada vez mayores. Una vez vio un ángel pequeño, muy hermoso y con el rostro encendido. Tenía en las manos un dardo de oro largo con un poco de fuego en la punta. El ángel le traspasó el corazón. Santa Teresa narra:
Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios.
Santa Teresa de Jesús no sentía dolor físico, sino espiritual. Desde ese instante lo único que deseaba era vivir por completo para el Señor.
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El descenso al Infierno
Muchos años más tarde, Santa Teresa tuvo una visión del infierno. Así lo describe:
Después de mucho tiempo que el Señor me había hecho ya muchas de las mercedes que he dicho y otras muy grandes, estando un día en oración me hallé en un punto toda, sin saber cómo, que me parecía estar metida en el infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio, mas aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme.
Sintió el sufrimiento de las almas condenadas, atormentadas por el fuego interior de la desesperación. Comprendió que el Señor quería mostrarle de lo que la habría librado. Y también Santa Teresa de Jesús aprendió a sufrir con paciencia las pruebas que le tocaría atravesar con tal de alcanzar el Cielo. Además, sintió una enorme pena por las almas que se condenan. Por ello, se resolvió a salvar cuantas almas pudiera. Desde entonces
deseaba huir de gentes y acabar ya de en todo en todo apartarme del mundo.
Santa Teresa de Ávila decidió vivir la regla carmelita original e, inspirada por Dios, salió de su convento de la Encarnación y fundó el primer monasterio de carmelitas descalzas, consagrado a San José.
Frases de Santa Teresa de Jesús sobre la Eucaristía
La Eucaristía era el amor de Santa Teresa. Gracias a la Comunión y a la Adoración Eucarística, progresó en su vida espiritual, obtuvo abundantes gracias y vivió experiencias sobrenaturales.
En momentos de gran aflicción o tribulación interior, a menudo encontraba descanso «en acabando de comulgar» o incluso solo «en llegando al Sacramento», donde sentía que «se deshacen todas las tinieblas del alma» y se sentía «del todo sana, alma y cuerpo». Una vez, el Señor se sentó a su lado después de comulgar, la consoló y le mostró sus llagas, diciéndole: «No estás sin mí. Pasa la brevedad de la vida». Muchas veces, el Señor la reprendía luego de comulgar cuando Santa Teresa dudaba de su obra.
En el Santísimo Sacramento, Santa Teresa comprendió la «grandeza de Dios disimulada en cosa tan poca como es la Hostia». Al ver su ingratitud frente a la ternura y amor del Señor sacramentado, se sentía indigna de recibir «a aquel cuerpo gloriosísimo, lleno de limpieza y de piedad».
Una vez, al comulgar, vio dos demonios de figura «muy abominable» y le pareció que «los cuernos rodeaban la garganta del pobre sacerdote». Sin embargo, al mismo tiempo, vio a Cristo en la Hostia que iba a recibir. El Señor le explicó que había permitido esto para que ella entendiera «la fuerza que tienen las palabras de la consagración» y cómo Dios no deja de estar allí «por malo que sea el sacerdote». Esta visión le proporcionó un gran conocimiento de la bondad de Dios, quien se pone «en aquellas manos de su enemigo».
Cuando tenía muchas dificultades, Santa Teresa de Jesús sentía que el mayor consuelo que podía obtener en su sufrimiento era saber que en el monasterio «se había de alabar el Señor y haber Santísimo Sacramento». Lo primero que buscaba al fundar algún convento era tener a Jesús Sacramentado porque «estar Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, como está en el Santísimo Sacramento en muchas partes, gran consuelo nos había de ser».
En la fundación de Valladolid, el Señor le había dicho que el alma del caballero benefactor no saldría del purgatorio «hasta la primera misa que allí se dijese». Cuando estaba recibiendo el Santísimo Sacramento, se le apareció el caballero con «rostro resplandeciente y alegre», agradeciéndole que había salido del purgatorio.
En una ocasión, yendo a comulgar la Hostia que aún no se le había dado, Santa Teresa vio «una manera de paloma que meneaba las alas con ruido» sobre la Eucaristía en el relicario.
A Santa Teresa de Jesús le encantaba recibir la Comunión en una hostia grande. Un día, San Juan de la Cruz, que celebraba la Misa, partió la Forma para darle a otra hermana. Ella pensó que no recibiría al Señor entero y se entristeció. Jesús le dijo que no tuviera miedo, que nadie podría quitárselo aunque comulgara un pedacito de hostia. Le dio su mano derecha y continuó:
Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía
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Oraciones de Santa Teresa de Ávila
Santa Teresa tiene muchas oraciones escritas en sus obras. Aquí te compartimos algunos fragmentos de sus poemas:
Vivo sin vivir en mí
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero. […]
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
Vuestra soy, para Vos nací
Vuestra soy, para Vos nací,
¿qué mandáis hacer de mí? […]
Vuestra soy, pues me criastes,
vuestra, pues me redimistes,
vuestra, pues que me sufristes,
vuestra, pues que me llamastes,
vuestra, porque me esperastes,
vuestra, pues no me perdí:
¿qué mandáis hacer de mí? […]
Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma,
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas y afición;
dulce Esposo y redención,
pues por vuestra me ofrecí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida:
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí:
¿qué mandáis hacer de mí? […]
¡Oh, Hermosura que excedéis!
¡Oh hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
y sin dolor deshacéis,
el amor de las criaturas.
Oh nudo que así juntáis
dos cosas tan desiguales,
no sé por qué os desatáis,
pues atado fuerza dais
a tener por bien los males.
Juntáis quien no tiene ser
con el Ser que no se acaba;
sin acabar acabáis,
sin tener que amar amáis,
engrandecéis nuestra nada.
Nada te turbe
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
Solo Dios basta.
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Las enseñanzas de Santa Teresa
¿Qué podemos aprender de Santa Teresa? Su vida nos ha dejado muchas lecciones.
Santa Teresa deseó ser santa desde pequeña porque leía las vidas de los santos y ansiaba imitarlos y se esforzaba por hacerlo.
Muchas veces es necesario apartarse de amistades que nos llevan por el camino del pecado.
Hacer la voluntad de Dios es el primer paso para la santificación. Muchas veces, obedecer su llamada duele y mucho. Santa Teresa de Ávila lo vivió. Pero luego es mayor la paz y la alegría del corazón al obedecer al Señor, que siempre busca lo mejor para nosotros. Ella nunca dudó de su vocación y siempre fue muy feliz en su vida religiosa.
Confiaba ciegamente en San José. Santa Teresa de Jesús acudía a él en todas sus necesidades. De todos los santos, luego de María Santísima, es el intercesor más poderoso ante Jesucristo porque sigue siendo su padre adoptivo en el Cielo y Jesús le sigue obedeciendo con amor.
Debemos utilizar nuestros talentos para la mayor gloria de Dios, para llevarle almas a Dios y no tanto para sentirnos queridos o admirados por los demás.
Santa Teresa sabía que se estaba alejando de Dios por descuidar su vida de oración y la práctica de las virtudes por ocuparse excesivamente en asuntos mundanos. Sentía ese dolor. Luchaba consigo misma para convertirse. Sin embargo, la conversión le fue concedida por gracia. Hay que suplicar la gracia de la propia conversión, de ver nuestras miserias, de corregirnos. Pero siempre poniendo en primer lugar la oración.
Como Santa Teresa, debemos entristecernos por tantas almas que se han alejado de Dios y esforzarnos por llevar a todos los que podamos al Cielo.
¿Quién es Santa Teresa de Jesús?
Santa Teresa de Jesús, también conocida como Santa Teresa de Ávila, fue una monja carmelita, mística, escritora y reformadora religiosa nacida en Ávila, España, en 1515. Es reconocida como una de las grandes figuras de la espiritualidad cristiana y fue la primera mujer proclamada doctora de la Iglesia por su profunda enseñanza sobre la vida interior y la oración.
Fundadora de la Orden de los Carmelitas Descalzos, dedicó su vida a renovar el Carmelo, promoviendo una vida más austera, centrada en la oración, la pobreza y la fraternidad. A lo largo de su vida, escribió obras fundamentales como El libro de la vida, Camino de perfección y Las Moradas, donde comparte sus experiencias místicas y su camino de unión con Dios.
¿Cuándo es Santa Teresa?
La festividad de Santa Teresa de Jesús se celebra el 15 de octubre.
¿Qué diferencia hay entre Santa Teresita y Santa Teresa?
Aunque ambas son santas carmelitas y doctoras de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús (Ávila) vivió en el siglo XVI y fue reformadora del Carmelo, mística y fundadora de conventos. En cambio, Santa Teresita del Niño Jesús (Lisieux) vivió en el siglo XIX, fue carmelita de clausura y es conocida por su “caminito espiritual” de humildad y confianza en Dios.
¿Cuántas Santa Teresa hay en la Iglesia Católica?
Hay varias santas con el nombre Teresa, pero las más conocidas son:
- Santa Teresa de Jesús (Ávila): Doctora de la Iglesia y reformadora del Carmelo.
- Santa Teresa del Niño Jesús (Lisieux): Patrona de las misiones y también doctora de la Iglesia.
- Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein): Filósofa, mártir y carmelita, canonizada en 1998.
- Santa Teresa de Los Andes: primera santa chilena nacida a principios del s. XX, también carmelita descalza.
¿Qué milagro hizo Santa Teresa?
Según una tradición, durante una de sus fundaciones o viajes, Santa Teresa se encontró con una familia que había perdido a su hijo. Ante el dolor de los padres, Teresa habría orado con profunda fe, pidiendo a Dios por la vida del niño. El relato sostiene que, tras su oración, el niño volvió a la vida, provocando asombro entre los presentes. Este hecho se considera uno de los muchos prodigios atribuidos a su intercesión, junto con curaciones, liberaciones espirituales y conversiones.
¿Qué se le puede pedir a Santa Teresa?
A Santa Teresa se le puede pedir ayuda en la vida espiritual, fortaleza en la oración, discernimiento vocacional, y intercesión en momentos de enfermedad o dificultad interior. Muchos también le piden por la paz del corazón, la confianza en Dios y la perseverancia en el camino de santificación.
¿Cómo murió Santa Teresa de Jesús?
Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 en Alba de Tormes, mientras realizaba una de sus fundaciones. Su muerte fue serena, rodeada de sus hijas espirituales.